Esa noche me quedé allí con ella, en la mañana sus hermanos me reemplazarían para organizar el viaje de vuelta a Piamonte. Se quejaba todo el tiempo, el doctor me dijo que era normal, debido al salvajismo de su ataque.
En la mañana siguiente el primero en llegar fue Gino, confieso que aún tenía mis conflictos con dejarlo solo con ella. Las dudas sobre su inocencia eran enormes y el debió notarlo.
— Nosotros no tuvimos nada que ver, sé que tienes motivos para desconfiar, pero te aseguro que ni yo o mis hermanos, somos los causantes de esto — no respondí, ella seguía dormida y me hubiera gustado verla despertar antes de irme.
— Y tu mamá...
— No hay duda que sí, pero es obvio que hay alguien más en todo esto — dijo y se sentó en la silla frente a la cama de ella — ya le dije a las autoridades todo, si es ella que pagué... Ya causó mucho daño.
— Lamento todo esto. — me acerqué a él y apoyé mi mano en sus hombros.
Lo vi mirar a su hermana en silencio y luego acariciar el brazo más afectado. Ella debió alzar ese brazo, como defensa o a manera de protección. Tenía la marca del cinturón en su antebrazo y en la muñeca una marca morada, con rastros de gotas de sangre seca.
— De pequeño, cuando íbamos a Dublín, todos decíamos que sería maravilloso si Belliz fuera nuestra mamá — dijo en tono melancólico y supe que lo que estaba por escuchar era algo que no le había dicho a nadie — reía ante cualquier cosa o situación, se esforzaba por que fuéramos felices. Para mamá solo éramos el medio con que controlaba a papá, yo lo notaba.
— ¿Cómo es eso? — soltó una risa amarga y negó, con tristeza.
No dejaba de mirar a Gina, que seguía con los ojos cerrados y moviéndose inquieta. Nos quedamos en silencio, por unos minutos mirándola dormir. Hasta que pensé, que había tocado un tema delicado y sensible, uno del que él no estaba dispuesto a hablar.
— Yo fui al causante que todos se enteraran de la relación de Belliz y papá. — habló minutos después — mamá no nos prestaba mucha atención, solo cuando llegaba la fecha de ver a papá. Entonces, se negaba a dejarnos ir, por mucho que le rogábamos. Papá le daba dinero, para que ella nos dejara viajar y sólo entonces accedía.
No debió ser fácil para esos niños, estar en medio de una situación parecida y menos para él, pues al ser el mayor, sabía la situación en la que estaba él y sus hermanos. De todos el debió ser el que más sufrió por la situación entre sus padres.
— Esas últimas vacaciones le dije a Belliz, que si podía quedarme solo yo. Que podía estudiar allí, le confesé que mamá me odiaba y me golpeaba. Yo pagaba sus problemas con papá, incluso llegué a tener una fractura en un brazo. De una vez que, al abofetearme, en medio de las escaleras rodé por ellas y caí.
— Lo lamento mucho. — dije apretando sus hombros, al notar que hablar de aquello le afectaba.
— Me dijo que eso la haría muy feliz, pero, si fuéramos los tres, me enojé con ella ¿No me quería Tampoco? ¿No le importaba lo que le dije de mi maltrato? En ese entonces no lo entendí.
Así que cuando su madre le hizo preguntas, el las respondió, era consciente porque las hacían, pero de alguna manera se sentía herido y traicionado por la madre que creyó encontrar. Su hermano Guido no dijo mayor cosa, ellos se negaron a decir algo y Gael, simplemente estaba muy pequeño.
— Eras un niño para poder entender que ella solo quería que todos estuvieran a salvo... Quizás por eso lo dijo.
Lo que recordaba de Belliz, era una mujer alegre y divertida, se preocupa por todos. Debió entender que al igual que Gino, sus hermanos también sufrían y no quería alejarlos a los tres.
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Érase Una Vez En Londres (Hijos Del Mal #2)
RomantizmHijos del mal Libro 2 El hombre nace, crece, se reproduce y muere. En todos estos estados Gina ha sonreído, para ella todo es más fácil si sonríes. Cuando en una lectura de manos una gitana le dice, que su príncipe azul vendrá de la mano de su mejo...