"Espesas nubes negras se podían distinguir en el horizonte, un silencioso presagio de una tormenta que rápidamente cubría el cielo azul; con increíble furia y un viento feroz picaba el mar que anteriormente se encontraba en completa calma, con su ir...
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Hoy entre y vi esto, me emocioné mucho, y pensé "oh por Dios aún me falta mucho para terminar la historia y tengo solo hasta el 30 de septiembre para hacerlo y que me acepten" Por lo que partir de mañana a escribir como loca para tener todo en orden, así que esperen actualizaciones pronto, al diablo el dormir 🤣🤦🏻♀️, bueno pasada esa pequeña crisis, les dejo el capítulo más reciente, que lo disfruten y como siempre espero sus comentarios y votos. Si ven un error favor de avíseme. Gracias 😉
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Mientras la boda daba inicio en el castillo, una carrera contra el tiempo se desarrollaba en los jardines.
A-Ying y compañía continuaban su camino hacia los invernaderos, donde se toparon con los arreglos para la fiesta.
—Ohhh, la boda —exclamó tristemente A-Ying cuando arribo al invernadero y observo la decoración, recordándole que el Príncipe se casaría con alguien más.— Bien, debemos comenzar —dijo de pronto, prefiriendo enfocarse en elaborar el tónico que en pensar en el Príncipe.
—Toma esto, lo puedes usar para elaborar el tónico —ofreció Fengmian pasándole un tazón vacío.
—Gracias Fengmian, bien ahora, comencemos —expresó con entusiasmo aplaudiendo con fuerza, marchándose rápidamente en búsqueda de la cantidad adecuada de rosas, comenzando por fin la preparación el tónico.
Transcurrieron unos minutos donde A-Ying preparo meticulosamente el tan esperado tónico, cuando una nueva presencia arribo al invernadero.
—Oh, hola —saludó una vocecilla de pronto, justo cuando el tónico estuvo listo.
—Hola —saludó A-Ying al percatarse que era aquella pequeña avecilla, que les había advertido de la hierba del atardecer en los alimentos de los animales.
—Me alegro tanto de que regresaras, vi que la Reina echaba algo en el pastel —declaró la avecilla mientras revoloteaba alrededor de A-Ying, aterrizando a un costado del pastel, señalándolo con su pequeña ala.
—¡¿Ah, sí?! —preguntó extrañado A-Ying, dirigiéndose hacia el pastel, reconociendo inmediatamente el aroma de la hierba del atardecer— ¡Más hierba del atardecer! —exclamó alarmado.