La noche era fría a finales de otoño y la luna cubría con su luz aquella vieja fosa común.
El sonido apagado de un viejo Gǔqín sonaba en el eco de los árboles quemados buscando un alma que no respondía, aquel cultivador de blanco se puso de pie yéndose del lugar.
Desde lo profundo de aquel estanque un cuerpo se levantaba con dificultad.
Todo estaba en oscuridad, sus párpados pesaban aún así luchó por abrir los ojos, su piel ardía, con la poca fuerza que reunió se fué arrastrando fuera de aquel estanque lleno de sangre y cuerpos en descomposición, su propio cuerpo estaba húmedo, sangre cubriendo cada centímetro de su piel.
Cayó al suelo y se recostó observando el techo de aquella vieja cueva, ¿quién era él y qué era ese lugar?, el cansancio y dolor lo dominaron y cayó desmayado en al lado de ese estanque.
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Lan WangJi caminaba por Yiling a medio día, la noche anterior se habían cumplido 7 años desde el asedio a los túmulos funerarios, nuevamente no obtuvo respuesta a inquiry y aquel conjuro que había aprendido de un libro oculto no había funcionado correctamente, decidió quedarse en el pueblo, esta noche volvería a intentar comunicarse, el sacrificio anterior había sido un desperdicio, como muchos otros.
Un grupo de cultivadores Jin caminaban por la zona en dirección a los túmulos funerarios, WangJi frunció ligeramente el ceño, no tenían derecho alguno a mancillar ese lugar pero no podía hacer nada, no ahora que tenía planes importantes para traer a su amado de vuelta.
Desenfundó a bichen y se elevó para ganar ventaja, tal vez no está noche, tal vez después, pero él no podía arriesgarse a perderlo de nuevo.
Bajó suavemente en la entrada de la cueva destruye demonios, dentro solo había oscuridad así que envío un poco de energía espiritual a bichen para iluminar, entonces su corazón se detuvo.
Ahí en el suelo al lado del estanque de sangre estaba el cuerpo inconsciente de Wei Ying, su pecho subía y bajaba lentamente, escuchó el crujido de ramas cerca, ¿era demasiado tarde?, ¿ya habían llegado?. Se apresuró a cubrirlo con su túnica superior y lo tomó en brazos antes de que nadie estuviera más cerca y se lo llevó consigo.
Entró por la parte trasera de los recesos de las nubes evitando a cualquiera que pudiera verlo, agradeció que el Jinshi estuviera alejado de las áreas principales de la secta, recostó el cuerpo inconsciente en la cama y acarició su rostro, era tan hermoso y juvenil como antes de partir de este mundo.
Su cuerpo aún se encontraba desnutrido casi en los huesos, susurró, - Yo cuidaré de ti, nada te faltará -, las largas pestañas del hombre en la cama se movieron ligeramente, WangJi se sentó de manera correcta y lo observó despertar poco a poco.
Wei Ying parecía confundido observando todo a su alrededor hasta que se topo con el hombre que lo veía, su garganta estaba seca aún así con voz ronca preguntó, - ¿Dónde estoy? -.
Lan WangJi se tensó, - El Jinshi -, Wei Ying asintió, - ¿Quién eres tú? -, preguntó con real curiosidad, WangJi parpadeó, ¿Wei Ying no recordaba?.
Sus sentimientos lo dominaron, no iba a desaprovechar estar oportunidad, - Soy tu esposo, Lan WangJi, Lan Zhan -, Wei Ying abrió la boca sin emitir sonido y su hermoso rostro se sonrojó, giró la mirada lejos, WangJi aprovechó para acercarse un poco más y tomó su mano entre las suyas dando un suave beso en el dorso.
Wei Ying volvió la vista fijándose en cada detalle, WangJi lo miró también, encontrándose con el par de mercuriales, - ¿Qué, qué me pasó?, ¿quién soy yo? -, Lan WangJi se dió cuenta, el ritual probablemente habría robado todos sus recuerdos ya que le daba una nueva vida, entonces tenía una nueva historia por escribir y esta vez nadie le quitaría al amor de su vida.
- Alguien te atacó, no sabemos quién, desapareciste un tiempo -.
Wei Ying estaba confundido, aún así aceptó ciegamente sus palabras.
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Maldición Lan
FanfictionMuchos han escuchado de la llamada "maldición Lan"; los Lan aman una sola vez en su vida y ese amor será tan profundo que los llevará a la locura haciendo hasta lo imposible por el ser amado. La gente dice que es una bendición de los cielos, nada má...