Capítulo 10

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Fue inevitable mantener una relación momentáneamente formal y educada con el Emperador luego de aquel desafortunado incidente en la profundidad del jardín imperial.

KyungSoo decidió que podía cesar (al menos por ahora) sus desplantes y sus actos humillantes para con el hombre; tenía sentimientos complicados cada vez que notaba sus rígidos movimientos al utilizar el brazo herido y el Concubino Byun había afirmado que él, de hecho, se había quejado debido al dolor mientras estuvo acompañándolo en su día de turno, por lo que una muy vaga culpabilidad lo golpeó de lleno.

Con esto no quiere decir que va a aceptar al hombre de buenas a primeras en su vida, sin embargo, puede aceptar mantener una conversación cordial con él, responder algunas de sus preguntas y aportar algunos comentarios aquí y allá con cierta rigidez (en su mayoría, los temas de conversación que trataban eran relacionados con su antiguo hogar, pero a pesar de ello y del dolor que traía consigo los recuerdos, KyungSoo se sintió liberado al hablar del Imperio Do, contar anécdotas de la Capital y desahogar sus pensamientos, incluso con Kim JongIn, quien siempre parecía especialmente suave y amable cuando el tema salía a colación).

Revisó por su propia cuenta el proceso de sanación de la herida en su brazo y comprobó con orgullo que esta estaba perfectamente bien. Ya había bajado la hinchazón y no se encontraba infectada, por lo que podría considerarse una victoria a su favor. Mientras más habilidades demostrara, más orgulloso se sentiría.

El Emperador, aprovechando esta nueva etapa cordial entre ambos, había decidido mantenerlo feliz a su propia manera, cambiando totalmente la rutina que había mantenido con él desde que había llegado al Imperio del Sur. Decidió ordenar a las costureras que fabricaran túnicas, hanboks, capas, sombreros y guantes, a los zapateros les dictó realizar nuevos diseños en sus botas, a sus doncellas estudiadas las envió al pueblo en busca de platillos y pergaminos cargados con poesía y libros entretenidos, todos típicos del Imperio Do, cada una de ellas reflejando su hogar en aquellos objetos de gran valor.

KyungSoo no tuvo el valor suficiente para rechazarlos.

De pronto, sintió una conexión perdida con todas estas cosas, se sintió extremadamente nostálgico y sus dedos recorrieron las suaves telas conocidas, bellamente bordadas y tratadas cuidadosamente. ¿Cómo podría tirarlas o devolverlas cuando eran la imagen viva de su hogar? Sintió su corazón extremadamente conmovido y no pudo evitar llorar un poco contra el pecho de JiHyun, que asistió de inmediato a él para consolarlo como lo haría una amiga o una hermana mayor.

Fue la primera vez que se le vio llevando un regalo del Emperador sobre sí mismo. Era una túnica suelta y elegante de color vino, bordados de crisantemos en los hombros y el cuello y botas de piel con cadenas delgadas de plata tintineando con cada nuevo paso. De esta forma, quien pusiera en duda su belleza y su talento para mostrarse orgulloso y digno, quedaría en completo ridículo.

Este viernes, el Emperador decidió sacarlo de su habitación y lo invitó a ir al pueblo. KyungSoo había mirado a JiHyun con extrañeza, pues no era común que el monarca de una nación paseara tranquilamente por las calles de su imperio, mucho menos acompañado de uno de sus concubinos, pero ella le había sonreído con tranquilidad y, en cambio, le mostró un sombrero que lo ayudaría a esquivar los rayos penetrantes del sol.

—A veces Su Majestad lo hace; viaja a la capital y a los pueblos cercanos y escucha personalmente la situación de su gente. De esta manera podrá trabajar en su beneficio y brindarle un poco más de felicidad a la gente común. El Imperio del Sur no es el mejor de todo el mundo, pero al menos el Emperador es capaz de hacer feliz al pueblo, proporciona estudios a todas las clases sociales y se encarga de abastecer a los cultivadores que alimentan a toda la nación. No se preocupe, Mi Señor, estarán bien.

El Concubino del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora