Segundo extra

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A los doce años, SeungSoo conocía cada pasillo y rincón del Palacio.

Había caminado por toda la extensión del mismo y lo había memorizado con obstinación debido a una única e importante razón y, cuando el momento indicado llegó, estaba más que preparado para afrontarla:

Iba a sacar a su pequeño hermano del Palacio y le enseñaría el pueblo a espaldas de los demás. ¡Era su primera y más importante misión, y él no iba a fallar!

El joven Príncipe Heredero había desestimado todas las advertencias de sus padres y se había mantenido firme con respecto a sus propios sentimientos y la imagen personal que tenía de su hermano pequeño. Ignoró precisamente los comentarios maliciosos y pasó por alto el "riesgo" que representaba estar cerca del segundo Príncipe; fue algo bueno, porque su terquedad lo llevó a ser cercano a su hermano menor, a ganarse su cariño y también su confianza.

(Además, había visto la mirada llena de aprobación del Astrónomo Imperial y eso bastaba para hacerle saber que estaba haciendo lo correcto).

Nunca estuvo de acuerdo con el hecho de que su hermano se mantuviera aislado de todos, que sus padres no le dieran la misma atención que tenía SeungSoo y que los criados susurraran a sus espaldas. KyungSoo era muy joven para tener una vida tan dura, así que a SeungSoo no le molestaría romper algunas reglas para darle un poco de tranquilidad y felicidad.

Aprovechando su pequeño tamaño, se escabulló tras los pilares y paredes oscuros para pasar desapercibido por la servidumbre, y se dirigió a las habitaciones de su hermano.

En su espalda colgaba un pequeño bolso con un pañuelo, dinero, agua y pan dulce para el camino y su ropa era la más sencilla que había encontrado en su armario. Estaba listo para camuflarse en el pueblo y la expectativa de una sonrisa sincera y emocionada de parte de su hermano hacía que su corazón latiera muy rápido en su pecho.

Sudoroso y con la adrenalina corriendo en sus venas, tocó dos veces la puerta de KyungSoo y sonrió con emoción al ver el rostro lleno de confusión del pequeño.

ㅡ¿Hyung-nim? ¿Qué estás haciendo aquí solo? No es hora de visitas ㅡdijo con su vocesita característica, suave y baja, como si temiera ser escuchado y reprendido por hablar demasiado fuerteㅡ.

ㅡ¡Soo-ah! No hay tiempo para explicar, así que rápido, cámbiate de ropa antes de que nos atrape HaeSu o su madre. ¡Te llevaré a un lugar!

Por supuesto, los grandes ojos del Segundo Príncipe se abrieron con sorpresa y la ilusión llenó cada centímetro de su rostro ante la posibilidad de salir. Él era demasiado joven, pensó SeungSoo, era tan pequeño y tenía tantas dificultades por delante que su corazón no podía evitar doler.

Confiando plenamente en él, KyungSoo corrió hacia su armario y sacó algo discreto con rapidez. SeungSoo cerró las puertas y lo ayudó a vestirse con destreza, le puso sus botas y le recogió el cabello en una alta coleta, y cuando lo creyó correcto, lo tomó de la mano y salieron lenta y silenciosamente de la habilitación por el mismo paso que él había tomado.

Así, de la misma manera que había llegado, SeungSoo los sacó del pasillo y, posteriormente, del Palacio. Se las arreglaron para esconderse en una carreta que había llegado para dejar un cargamento de manzanas y demás frutas (y que SeungSoo sabía que vendría luego de varios días de observación y aprenderse las rutinas de los comerciantes), y de esta forma, sin que nadie se diera cuenta, dejaron atrás a la nobleza.

(Fue algo bastante impresionante considerando que SeungSoo era demasiado joven para planear algo tan bien y, no obstante, tampoco resultaba serlo, tomando en cuenta el cariño fraternal entre ambos príncipes).

El Concubino del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora