Capítulo 14

454 65 11
                                    

Con la llegada de la versión de los hechos de parte de Kim JongIn, KyungSoo se había visto obligado a cambiar completamente su forma de ver al monarca y reacomodó sus pensamientos y sus sentimientos de de forma inevitable.

Aunque anteriormente se habían mantenido en una zona de paz donde podía ser capaz de soportarlo por algunos minutos enteros e ininterrumpidos, no era nada comparado al posterior análisis y aceptación que traía consigo esta nueva realidad sobre los hechos pasados.

No fue fácil ni mucho menos, pero KyungSoo se obligó a abrir su mente ante nuevas perspectivas. Luego de mucho pensarlo, de tratar la situación con cuidado y cautela, decidió que no perdía nada intentándolo. Además, estaba agotado de esa constante corriente tóxica circulando en su cuerpo como un torrente indetenible y peligroso. Se lo había prometido a SeungWang y a SeungSoo, por lo tanto, tenía que seguir adelante y vivir de manera saludable y tranquila a partir de ahora.

KyungSoo, lejos de "tratar de soportarlo", se dedicó a escucharlo realmente, detallar su manera de expresarse, oír sus pensamientos y sus inquietudes por voluntad propia. Fue sigiloso porque era parte de su naturaleza desconfiada, pero definitivamente se permitió ser un poco más abierto, más receptivo.

Salían a caminar juntos. Paseaban por los patios amplios y hermosos del Palacio Principal, se encontraban los fines de semana en la oficina del Emperador, donde ambos se sumergirían en sus propios asuntos: Kim JongIn atendiendo temas oficiales de suma importancia mientras KyungSoo creaba nuevos poemas y libros que guardaría celosamente en su habitación, e irían al pueblo cuando el monarca tenía tiempo.

Era un buen cambio, algo refrescante, algo nuevo que lo podía mantener cómodo y a gusto. Al permitir que sus defensas bajaran una milésima, KyungSoo fue capaz de verlo todo con nuevos ojos; pudo notar que, de hecho, Kim JongIn no era tan malo como lo creía en un inicio.

Y recuerda la conversación que tuvieron cuando se conocieron. Una montaña jamás se moverá bajo los deseos de un tigre alado... sin embargo, en ella pueden haber derrumbes por la fuerza de un hijo del dragón. Cambiar sus pensamientos y comportamiento terminó siendo inevitable. Al final, el Emperador había tenido razón y su temple y terquedad se había movido ligeramente a un lado.

Hasta el momento, KyungSoo no se había arrepentido por ello.

Debido a que la temporada de primavera comenzaba a darle paso al verano, KyungSoo se sintió más animado con la idea de continuar entrenando. El calor ayudaría a que su cuerpo no sintiera ningún tipo de dolor y el acondicionamiento de una sala especial para él, hecha luego de sugerírsela a Kim JongIn, no hacía más que aumentar su deseo de volverse fuerte.

El Emperador le había recomendado la ayuda de un entrenador personal, uno de sus guardaespaldas de confianza que era todo un experto en las artes marciales. El monarca se había sentido especialmente contento cuando KyungSoo le pidió aquella habitación de entrenamiento y quiso complacerlo en cualquier aspecto referente a ello. KyungSoo aceptó porque, de hecho, era necesaria la ayuda y la instrucción que un veterano podía ofrecer y así comenzó de nuevo con una rutina cuidadosa y efectiva que lo mantuvo bastante entretenido durante las mañanas.

Sin darse cuenta, con el transcurso de las semanas, KyungSoo contaba con un cuerpo torneado y definido y una resistencia que nunca antes había tenido durante sus años de aprendiz. Era más ágil, más rápido y más fuerte, y él supuso que el hecho de que aquí no tenía prohibido hacer estas cosas contribuía generosamente con su evolución física. KyungSoo se sintió verdaderamente agradecido.

Hoy era uno de esos días donde se encontraba finalizando su sesión de entrenamiento matutino cuando Kim JongIn se adentró en la habitación. KyungSoo secaba el sudor que corría por su sien y su cuello cuando las puertas se abrieron y el monarca entró con todo su esplendor magnífico e inalcanzable. Una pequeña sonrisa cordial se colgó en sus labios y su cabeza asintió ligeramente en reconocimiento a su presencia. Delante de él, igualmente transpirado aunque estable, su maestro formó una reverencia educada para su superior.

El Concubino del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora