Capítulo 7

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Sus párpados cerrados revolotearon débilmente. Sobre su frente había un pañito húmedo, una manta mullida mantenía almacenado su calor corporal y una ligera brisa cargando el olor suave de un incienso lo mantenía tranquilo.

Su cuerpo dolía; la garganta se sentía rasposa, incómoda, la humedad en su nariz no era un chiste y su cabeza se ardía contra la tela húmeda y fresca. No sabía que podría llegar a sentirse tan mal.

KyungSoo frunció un poco las cejas.

Debería enviar a HaeSu a buscar a su hermano mayor para que lo cuidara y lo ayudara a recuperarse rápidamente, de esta manera podría escribirle de nuevo a SeungWang y practicar sus lecciones y su caligrafía. Sin embargo, todo su cuerpo se sentía pesado y su garganta rasposa le impidió expulsar algún sonido claro.

Su cabeza palpitaba.

Finalmente, no pudo resistir mucho esta situación y el agotamiento y el malestar pudieron vencer sus propios deseos. KyungSoo volvió a dormir, escuchando una voz grave y suave por un segundo.

La próxima vez que volvió a la consciencia, KyungSoo estaba siendo desnudado suavemente; lo habían levantado de la cama y sumergido en una tina con agua tibia. Su cuerpo se estremeció por completo y un gemido de disgusto escapó de su boca mientras sus ojos permanecían cerrados.

—Shh, tranquilo, pronto estarás mejor. Descansa.

Era de nuevo aquella voz grave susurrando palabras tranquilizadoras en su oído mientras una mano rasposa y firme se deslizaba por sus brazos para lavar su piel y deshacerse del sudor acumulado por la fiebre. KyungSoo no tenía fuerzas para moverse o negarse; sentía sus párpados y extremidades tan pesados como el hierro y su mente nebulosa le impedía pensar con claridad, por ello se mantuvo quieto, dormitando por minutos enteros sin importarle quien era el que lo sostenía o si podría confiar en que no lo dejaría caer en la tina y ahogarse en el camino.

Sintió como aquella mano adiestrada le apartaba el flequillo de la frente para lavarle la cara amablemente, toques sumamente suaves y gentiles que lo hicieron entrar en calor, antes de lavar su cuello y el resto de su cuerpo flotante. No supo cuánto tiempo estuvieron ahí, sin embargo, fue extraído de las aguas de la tina luego de algún tiempo para ser secado y vestido nuevamente por la misma persona. Su cabello fue trenzado y colocado cómodamente sobre la almohada y su cuerpo había sido protegido por suaves telas que lo mantuvieron abrigado y apartaron los escalofríos violentos que le hacían llorar.

Luego, una vez vestido y arropado, un tazón fue colocado contra sus labios y el olor de las plantas medicinales fue arrojado sobre su nariz. KyungSoo arrugó las cejas y apretó los párpados cerrados; no obstante, separó los labios y bebió el contenido del tazón con resignación, demasiado débil como para negarse o quejarse. Una vez listo, volvieron a recostarlo sobre la cama y la sábana lo cubrió hasta los inicios de su barbilla; su coronilla fue acariciada durante algunos segundos y luego la persona se puso de pie para irse.

KyungSoo suspiró, y antes de quedarse dormido, captó vagamente la esencia a cítricos picando en sus fosas nasales obstruidas.

...

Cuando despertó verdaderamente, KyungSoo se sentía ligeramente más repuesto. Aún se sentía incómodo con los orificios nasales taponados y la fiebre lo sacudía, pero era capaz de abrir los ojos y moverse un poco.

Junto a él, sirviendo su medicina, se encontraba su doncella personal. Como siempre, ella era silenciosa y cautelosa, e incluso cuando KyungSoo había estado durmiendo, se mantuvo con la mirada baja mientras servía la medicina en un tazón y acomodaba los cuencos llenos de sopa caliente que habían preparado para él. Ella no hablaba y caminaba con cautela y sigilo. Si KyungSoo no hubiera despertado en ese momento, nunca hubiera sabido que había alguien ahí con él.

El Concubino del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora