Capítulo 11

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"Pensé que querrías tenerlo cerca, por eso ordené que lo dejaran descansar aquí. Además, no podría haberlo enviado a otro lugar, no cuando su gente y su hermano viven en el Imperio del Sur. Este puede ser tu lugar seguro, Príncipe KyungSoo; siempre que estés bajo protección podrás venir a visitarlo y pensar cuando lo desees."

Esa fue la explicación que le había dado Kim JongIn cuando KyungSoo se había calmado lo suficiente como para interrogarlo al respecto.

El resto de la tarde transcurrió con ellos en ese campo. KyungSoo había acomodado nuevamente las ofrendas para su hermano en su lugar de origen y se dedicó a ofrecer oraciones y hablar con el Emperador caído durante todo ese tiempo. Kim JongIn no lo presionó ni lo interrumpió durante su ritual, simplemente se sentó a una distancia prudente y lo dejó seguir adelante con lo que tenía que hacer.

Fue un momento sumamente reconfortante, un escape real que KyungSoo no sabía que había necesitado con tanto fervor. Ahí, rodeado de flores de glicinias y sintiendo la agradable sensación de liviandad, habló con su hermano muerto, le contó sobre su nueva vida, sobre sus experiencias y pensamientos recurrentes.

También le pidió perdón.

Por no estar para él cuando lo necesitó. Por haberlo dejado solo en su muerte. Por no haber ido a él antes. KyungSoo trató de redimirse entre lágrimas y un corazón pesado que comenzaba a dejar sus cargas a un lado mientras se sinceraba y exponía los problemas que aquejaban su alma.

Nunca nada se había sentido tan liberador. Nunca pensó que llorar durante tanto tiempo serviría de algo hasta que el nudo apretado en su garganta se deshizo y él pudo respirar realmente después de eso.

Regresaron al Palacio cuando la noche llenó de oscuridad el firmamento. Rodeados de luciérnagas y guiados gracias a la luz de la luna y las estrellas, cabalgaron todo el camino de regreso sin interrupciones. El Emperador le había extendido una capa para que pudiera cubrirse del frío y tratar de huir del dolor que este dejaba sobre su espalda, también le obsequió un pañuelo para que pudiera limpiar su rostro de los rastros inevitables que habían dejado las lágrimas y así, en silencio, partieron.

KyungSoo miró una última vez aquel árbol grueso donde yacía su hermano y mentalmente le prometió volver.

Tres semanas transcurrieron desde entonces.

La primavera había comenzado a predominar con fuerza; las flores naciendo y brillando con intensos colores juveniles, llenos de hermosura y delicadeza sin igual, se exponían en el jardín del Palacio Principal. KyungSoo exhaló suavemente frente a un cerezo cubierto de flores florecientes, recordando con nostalgia el deleite de SeungWang y de SeungSoo al admirarlo en esa época en específico del año.

Ambos solían decir que su belleza era parecida a la primavera: dulce, pura y extremadamente cautivadora, así que era inevitable recordarlos a ambos en ese momento. Sin embargo, nota con cierta sorpresa, en su corazón se había menguado el dolor lacerante que lo sacudía con la imagen de los rostros de sus hombres más amados. Ya no había tanta carga, tanto sufrimiento acompañando la soledad destructiva.

Los extrañaba, era imposible no hacerlo, y los recordaba con anhelo palpable, pero, a pesar de eso, sus hombros dejaron de hundirse tan pronunciadamente ante el recuerdo de ambos y comenzaba a aprender a vivir con sus espíritus en vez de sus formas tangibles. Suponía que se debía al conocimiento de las nuevas perspectivas que habían llegado repentinamente: la supervivencia de su gente, el lugar de descanso de su hermano, la promesa de que sus padres habían sido sepultados correctamente en otro sitio, pero siguiendo las mismas pautas respetuosas. La construcción de una tablilla para SeungWang y su tío, aún sin haber encontrado el cuerpo del ex-capitán.

El Concubino del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora