Capítulo 28

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Incluso cuando el tiempo había transcurrido lo suficiente como para permitirle sanar y encontrar de nuevo la calma, KyungSoo no fue capaz de olvidar el sentimiento que había traído consigo la noche donde todo lo que conocía se derrumbó por completo.

No podía olvidar los gritos, los pasos corriendo por el pasillo, los alaridos de los guardias, la petición para sacarlo del palacio. No podía olvidar el fuego, el choque de las espadas, las muertes, los cuerpos sin vida en el suelo frío de invierno. La despedida de SeungWang, el cadáver de su hermano.

KyungSoo jamás podría dejar atrás aquello, jamás podría tacharlo completamente de su mente. Estaba incrustado en sí mismo, era su propia experiencia traumática incapaz de ser desalojada de su ser. Todo aquello vivía en él, existía día a día, apareciendo de vez en cuando para dejarlo en un estado de alarma y penumbra durante las noches más frías y oscuras.

Él había pensado que, siempre y cuando no volviera a repetirse, podría vivir con ello, sanar y reponer los baches de su mente durante el transcurso de los años. Pero nada lo había preparado para sentir en carne propia, por segunda vez, la desesperación y agitación de aquella magnitud.

El mordisco del miedo calando su corazón y paralizando su cuerpo helado.

La puerta de su habitación se deslizó con un ruido retumbante que lo despertó y sobresaltó de inmediato. Su corazón acelerado dolió mientras corría frenéticamente en su pecho y sus ojos se posaron sobre los numerosos guardias que entraban rápidamente y comenzaban a tomar un abrigo adecuado y sus zapatos.

Los ojos de KyungSoo corrieron hacia su guardaespaldas, HyeSoo, cuando lo tomó por el antebrazo y levantó de un solo movimiento. Su voz se había apagado y su cuerpo se mantenía rígido mientras su mente traía a colación los recuerdos inoportunos de la caída de su reino.

—Su Alteza, levántese rápido. Debemos salir de aquí, lo están esperando ahora mismo.

Los labios de KyungSoo se movieron y ningún sonido salió de ellos; él fue manejado por manos rápidas y eficaces y antes de darse cuenta estaba bien abrigado y calzado y comenzaban a salir de la alcoba con rapidez.

En el pasillo el ruido era claro. Llantos, exclamaciones, espadas impactando y fuego creciendo en altas llamaradas peligrosas que se veían a través de los cristales temblorosos de las ventanas.

La nieve inmaculada estaba teñida de sangre una vez más y KyungSoo era conducido por un camino terrible e insoportable por segunda vez.

Sus ojos ampliados por el shock se movieron por toda la escena cruda en su jardín, en los patios y estancias importantes del Palacio Principal. Sus árboles favoritos habían sido quemados y destruidos, las doncellas que lo atendían corrían despavoridas entre llantos y gritos dolorosos y los eunucos, que fueron sus aliados en el pasado, estaban escondidos en algún lugar.

No había rastro de los Ministros ni de JiHyun por ninguna parte y su temor se ampliaba, crecía y tomaba una forma retorcida que le arrebataba el aire y la capacidad de coordinar y pensar correctamente.

Solo una cosa pareció ser coherente en su mente, y su boca no pudo evitar pedir por ello.

—Kim JongIn... JongIn...

—El Emperador no se encuentra en el Palacio. Debemos continuar adelante, Alteza.

Él no estaba. Su Emperador no se encontraba en ninguna parte y él estaba siendo llevado a algún lugar mientras todo era un desastre en el hogar de su prometido. En su segundo hogar.

Hyung-nim no estaba cuando me sacaron de mi habitación; hyung-nim no estaba en ningún lugar y lo perdí. SeungWang me dejó ir y él se quedó solo atrás y entonces también lo perdí. Cuando huyo, termino perdiendo a quienes amo; no puedo irme y dejar atrás a JongIn y JiHyun. No a ellos. No de nuevo.

El Concubino del EmperadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora