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Jackson con la mirada perdida observaba por su balcón el movimiento sumiso de los árboles, danzando al ritmo del gélido aire desprendido de las montañas. No podía dormir después de aquella escena camino al gran evento, su intranquilidad era una constante molestia pues no lograba permanecer en un lugar por más de cinco minutos. 

La picazón en su cuerpo era cada vez mayor, y al más mínimo contacto ardía como mil soles.

¿De dónde sale tanto pelo de gato?- Pensó mientras pasaba sus dedos por la piel irritada, los retiró al instante o caería en la tentación de rascarse.

Suspiró bajando la cabeza, mientras sus antebrazos acostados en el barandal cargaban con el peso de un cuerpo más muerto que vivo.

-Ey- Mark aparece por la espalda y poniendo una mano sobre el hombro del contrario lo despertó del trance en el que sus pensamientos lo mantenían.- ¿Qué haces fuera de la cama?- Agregó

Jackson miró el aposento, un escalofrío se apoderó de él, volvió sus ojos hacia el jardín invadido por la oscuridad de la noche. Las manos comenzaron a temblarle poco a poco sin intenciones de parar.

-¿Jack?- La voz de Mark era cada vez más lejana, hasta sentir que su presencia ya no estaba. Apretó con fuerza los ojos deseando que todo fuera un efecto secundario, en consecuencia del gran mareo que lo invadió de golpe.

Suspiró con pesadez y lentamente abrió los párpados, en definitiva. Ya no estaba en el balcón de su castillo, sino en una habitación de cuatro paredes con nada más que una cama, el espacio era reducido y el aire tan caliente que lo enfermaba más.

Una chica pelirroja entra en la habitación acompañada de un enfermero, sus manos estaban sujetas por medio de una camisa blanca y correas grises. Su cabello ondulado casi sin forma parecía nido de pájaros, sus grandes ojeras eran resaltadas por aquella piel tan pálida.

La joven dama simplemente se acomoda en la plana y dura cama apoyando la espalda en la pared.

-Jacky-Lo miró a punto de llorar- Lo siento.

Jackson se sobre salto retirando los brazos del barandal, miró a todos lados sintiendo un gran vacío en su pecho. Mark lo miraba asustado tratando de descifrar el comportamiento de su amigo. Le costaba respirar, daba grandes bocanadas de aire tratando de recuperarse.

-Majestad- Interrumpió un guardia, a lo que ambos se voltearon- El Rey Namjoon solicita su presencia.

Aturdido y algo fuera de si mismo, miró a su acompañante mientras suspiraba con pesadez, asintió como respuesta al guardia y sin más, se fue sin decir una palabra.

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El salón comunal, donde se situaba una larga mesa rectangular, Namjoon esperaba ansioso con las lágrimas amenzando con salir. Jack abrió las puertas, encontrándose cara a cara contra su progenitor, algo dentro de su pecho era cada vez más frío y vacío, sin ganas se acomodó en la silla frente a él.

-¿Por qué lo hiciste?- Cuestionó el rey directamente. Al ver la expresión de confusión del contrario, decidió refrescarle la mente. -Arruinaste San Valentin- Suspiró -Muchos cupidos murieron en tus manos y encima vas por tu hermano- Entrelazo ambas manos sobre la mesa- Busqué a Jinnie porque sinceramente ya no se que hacer contigo, pero vaya sorpresa, ¡está desaparecida!-

-Jamás llegué siquiera a la mitad del camino rumbo al lugar de los acontecimientos en donde, supuestamente hice un caos- Decidió no darle tanta atención al asunto, estaba cansado de pelear, además, su testimonio no valdría nada.

Exhaló con ironía una sonrisa- ¡Xiao y Yibo lo presenciaron todo Jackson!, ¿Cómo puedes decir tal cosa?.

El menor se alzó de hombros, restandole importancia y rebeldía a la ocasión. Namjoon frunció el ceño e hizo un moviendo de manos rápidas que en seguida los guardias entendieron. Lo tomaron por los brazos a lo que cupido muy tranquilo intento convertirse en niebla, su expresión cambió de repente cuando sus poderes no hacían efecto.

El Enigma De CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora