Capítulo Seis.

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— Te vez diferente estos días — comenta Leah. Casi un mes y aún no puedo superar las peleas que ocurren cada vez más a menudo en las sombras de mi casa.

— Sí, es algo de menos. ¿Con que cosas de cerebrito vas a arrullarme hoy? — bromeo, cambiando el foco que ella siempre quiere tener hacia mí.

— Tom, ¿qué está pasando que no quieres contarme? — dice ella. Se levanta sobre la mesa y los libros, haciendo que nuestras caras estén mas cerca de lo que siempre han estado y que la pequeña electricidad que suelo sentir cuando la veo se vuelva una tormenta eléctrica.

— Nada en especial — me aparto — . ¿Qué te parece si me hablas sobre algo antes de Chicago?

   Abro uno de los libros, sin que siquiera sepa de que trata o a que parte de él debo ir. Ella toma mi mano con la suya y me detiene de seguir jugando con el libro; me detiene la respiración.

— Tom... — Leah espera que la interrumpa, pero simplemente no puedo — ¿Es sobre tu familia?

— No quiero hablar de ello — digo, mi rabia contenida.

— Tom... — ella repite.

— No. Quiero. Hablar. De. Ello — amenazo, mi voz alzándose cada vez más. Mi mano golpea la mesa fuerte, necesito descargar esta rabia.

   La bibliotecaria me manda a callar, pero no me importa. Me molesta hablar de mi familia, saber que tengo una madre cobarde y un padre sobrecontrolador.

— Quiero ayudar — susurra ella — . ¿Por qué siempre quieres apartarme cuando quiero ayudar?

— No lo tomes personal. Suelo hacerlo con todo el mundo.

— Sígueme — dice ella y se levanta.

   Sin esperar que responda, Leah sale de la biblioteca. Todo este tiempo que llevo viéndola y nunca la he visto fuera de este lugar. No tenemos clases juntos y ella no suele ir a los mismos lugares en los que yo paso mi tiempo libre.

— ¡Leah! — grito, ya fuera de la biblioteca.

   Ella empieza a correr. Para su tamaño, pareciera que es la persona más rápida del mundo. Aún así, mis piernas son más largas y si no la pierdo de vista, la puedo alcanzar.

***

— ¿Qué es este lugar? — pregunto sorprendido. Mis respiraciones están agitadas por perseguirla todo el camino hasta acá y gritar su nombre continuamente.

   El lugar es pulcro. Los muebles del comedor y la sala de estar están organizadas como si posaran para una fotografía profesional. Todo está alumbrado con la luz exterior que entra por las grandes ventanas. Y, para mi sorpresa, todos los muebles tienen o se acercan a tener un tono azul.

— Esta — abre los brazos para aparentar una entrada épica — es mi casa.

— Genial. ¿Tus padres?

— Están en... un viaje que seguramente no va a terminar — Leah deja escapar un suspiro — . Al menos eso el lo que dice la nota que dejaron hace diez años.

   ¿Diez años? Casi se escapa de mi boca. Su inocencia me sorprende, es extraño que no haya tenido alguna ocurrencia de que sus padres murieron.

— ¿Llevas diez años viviendo por ti sola?

— Hay veces que te puede llegar a sorprender lo valiente que tienes que ser para vivir sola. ¿Té?

   Ella me ofrece una copa con un líquido humeantes, y no tengo de otra que aceptar. Yo nunca he bebido té. La única bebida que suele haber en casa es agua. Mis padres siempre han tenido algo con las cosas simples. Ellos también suelen evitar los espejos.

Divergente ~ ¿Y yo qué?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora