Capítulo Veintidós.

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   Mis piernas se sienten en fuego luego de que corriera por lo que creo un par de horas. En un día normal no llegaría a sobrepasar los treinta minutos que corría diariamente, pero ahora la adrenalina corriendo por mis venas es lo que me mantiene en pie.

   Nunca en mi vida había oído el disparo de una pistola. Lo más cerca que había estado a un arma es en mis sueños, y puedo asegurar que es muy diferente a lo que viví hoy. En mi mente sólo parecían juguetes de infantes, pero en la vida real se sienten como lo que son: algo que podría terminar con la vida que tanto trabajaste en tan sólo unos segundos.

   Si los mapas que estudié hace unos días están correctos, debería de haber una especie de laboratorio cerca de los bordes de la ciudad. Claro, primero tendría que atravesar la población de necesitados, las personas que nunca obtuvieron un hogar dónde vivir. Luego tendré que conseguir una excusa para explicar mi apariencia y mi huida de casa.

   Se me forma un nudo en la garganta. Casa.

   Siento la urgencia de dar media vuelva y regresar a los brazos de mi familia. Mi madre ya debe de estar preguntándose dónde estoy, y puede que hasta hable con Ralph y Adrien, buscándome. ¿Cómo reaccionará cuando descubra que su único hijo desapareció sin dejar ningún rastro?

   Decido no pensar y seguir avanzando.

   Llego a la zona que reconozco como lo que solía ser la cerca. Lo sé porque la tierra está desgastada aquí, y hay escombros a donde voltee. Considero descansar aquí un rato, pero estoy empezando a ser atacado por el hambre. Tengo que llegar a cualquier otra civilización antes de que se ponga el sol.

   Diferentes estilos de casas a aparecer en mi campo de visión. Éstas parecen tener siglos inhabitadas, pero haran de un buen lugar para dormir. La mayoria son alpendes de aluminios, o al menos es hacia aquellos que me dirijo. Me dirijo sin pensarlo dos veces hasta una que en vez de tener puertas tiene un trozo de tela azul colgando de la parte superior que considero como la entrada.

   Levanto el trozo de tela y entro sin rodeos. Una parte de mí se siente como si ya hubiera estado aquí, aunque nunca haya salido de la ciudad.

— ¿Qué estás haciendo aquí? — una voz rasposa pregunta en la oscuridad.

   Doy un pequeño salto por el susto. Creí que toda esta zona estaba deshabitada, o al menos es eso lo que te hacen creen.

— Lo siento — digo, ya más dominante sobre mi nueva forma de hablar.

   Me volteo y vuelvo a levantar el trozo de tela, pero la mano de la desconocida me toma por mi muñeca y me detiene de dar un paso más.

— Por favor, quédate. Han pasado meses desde que alguien se topa con este lugar — ella me ruega. Es el dolor en su voz que hace que tome asiento en el suelo, pues no hay ningún tipo de mueble en el cual sentarme — . Me llamo Amy.

— Tom.

   Amy sonríe.

— Conocía a alguien llamado Tom — ella se sienta en frente mío — . Hasta que un día desapareció.

— ¿Cómo?

   Ella se encoje de hombros.

— Gente en la frontera desaparece todo el tiempo.

   La poca luz que entraba por los espacios de las débiles paredes desaparece por completo. El pequeño lugar en el que estoy se convierte en un hoyo de oscuridad en el que no puedo ni llegara a ver a Amy.

— Parece que tendrás que pasar la noche aquí.

   Suspiro, pues no tengo otra opción.

***

Divergente ~ ¿Y yo qué?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora