Sokolov House

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-Bueno no  salió tan mal, no crees?.- Dimitry pudo notar como Sasha simplemente se encogía de hombros y suspiraba por lo bajo.

-Supongo.- fue lo único que dijo mientras se acomodaba colocando la cabeza en el regazo de su alfa para que éste le acariciara los rulos un poco.

-No te preocupes, todo estará bien cachorro.-
Dimitry pasó todo el camino de regreso a la mansión Sokolov con la cabeza de Sasha en su regazo completamente dormido.

Si había algo que realmente clamaba a su omega eran esas caricias que le hacia en la cabeza tocando sus preciosos rulos y masajeando su cuero cabelludo.
El alfa había descubierto en una de sus tantas crisis que eso lo calmaba notablemente, así que lo tomó como habito para cada crisis y realmente le gustó tanto el efecto que causaba en Sasha que cada vez que podía le ofrecía aquellas cálidas caricias a su omega. Verlo tranquilo y despreocupado era algo que provocaba la misma sensación en el alfa.
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Sokolov House

El viaje de regreso había parecido eterno, se había despertado de lo que parecía ser una larga siesta muy desorientado.

-Mmh...ya...llegamos?- un muy somnoliento omega se estaba removiendo entre las piernas cómodas pero ya entumecidas de su alfa.

-Si cachorro, estamos entrando a casa.- se sobaba las piernas un poco luego de que Sasha se hubiera incorporado.
-Feliz de volver a casa?.-

Sasha simplemente lo miró unos segundos y giró su cabeza para ver a través de la ventana.
La mansión se había convertido en su nueva casa, sentía que en ese lugar sus amigo y hermanos con los que tanto había compartido la mayor parte de su vida estaban a salvo y protegidos.
Era un lugar que pese a ser el corazón de la mafia rusa y que en alguna ocasión pudo haberle pedido a Dimitry que se fueran de allí para tener privacidad, era un sitio que le traía mucha paz seguridad y estabilidad.
Katte y Franc se habían convertido en dos pilares fundamentales para cualquiera de los tres omegas, ellos se habían encargado de cuidarlos y darles mucho amor como si fueran sus propios abuelos. Franc pasaba consintiendo a sus tres pequeños omegas a cada rato, obsequios, antojos, salidas al campo para que pudieran transformarse libremente, entre otras cosas (aunque en las salidas Franc solo apreciar los lobos  de Nico y Alek porque Sasha aún no estaba listo para mostrar ese lado suyo, ni siquiera se lo había mostrado a su alfa así que podría decirse que aún no daría ese paso.)

Nico y Alek eran muy fáciles de consentir y eran muy agradecidos con todo lo que se les daba, pero Sasha era un omega distinto. No aceptaba nada que no creyera merecer justamente, pero por lo general siempre aceptaba las salidas al campo porque lo distraían de sus pensamientos y apaciguaban su alma según decía.
Amaba ver a sus amigos, a sus alfas y los abuelos correr libremente y jugar entre ellos como si aún siguieran siendo unos pequeños, eso lo calmaba por completo.

-Siempre es agradable volver pronto sabiendo que alguien te espera.- el omega había hablado justo en el momento exacto en que los autos detenían su marcha.

Dentro de la mansión todos los estaban esperando muy ansiosos por ver a los chicos y por supuesto a Massimo D'angelo.

-Bienvenido Massimo querido.-

-Oh caro Franc. Sono così felice di poter essere finalmente tornato. [Oh querido Franc. Estoy tan feliz de poder finalmente estar de regreso.]-

Ambos alfas compartieron un cálido y gran abrazo.
-Ciao bella Katteeina, che piacere rivederti. [Hola hermosa Katterina, que gusto verte de nuevo]-

-El gusto es mío Massimo, y por favor hablemos español aquí.- la omega simplemente hizo un movimiento de cabeza en forma de saludo si acercarse al alfa.

-Claro lo lamento, había olvidado tu gusto por ese idioma.- dijo burlonamente el alfa...

Lo siguiente que pasó fueron presentaciones y puestas al día respecto a las condiciones para ayudarlo a retomar La Sacra Corona Unita, y claramente los beneficios que eso le daría a la mafia rusa.
Todos los alfas se habían reunido a solas en el despacho principal y todos los omegas con excepción de Sasha, se habían quedado en el living disfrutando un poco de café y té.

Sasha se había dado un baño y había bajado a su rincón favorito en toda esa mansión, la biblioteca.
El omega se encerraba ahí siempre que estaba agobiado, cansado, muy sumido en malos pensamientos, muy sumido en ideas que necesitaba llevar a cabo, o simplemente cuando quería estar solo.

Se encontraba leyendo un libro de historia sobre la ciudad perdida de  Atlantis o la Atlántida, si bien Sasha no era mucho por ese tipo de literatura el hecho de una ciudad sumamente desarrollada y avanzada que (como mal se entiende hoy en día gracias a las distorsiones literarias) pudo haber traído paz al mundo, era algo que le llamaba la atención.
Sobre todo cuando la realidad de la historia era diferente y tenía muchas fallas como bien sabía Sasha, el omega había leído las notas de Platón de acuerdo a la Encyclopedia of Dubious Archaeology, del arqueólogo Ken Feder donde se explicaba que el mismo Platón había escrito en textos que databan desde los 330a.C. que la Atlántida no era el lugar más admirable o imitable, ni tampoco era una sociedad perfecta sino todo lo contrario. La isla era la encarnación de una nación próspera, muy  avanzada tecnológica y militarmente algo que la hacía poderosa pero que se vio corrompida justamente por su crecimiento económico, su refinamiento y obviamente su poder. 
Así que obviamente no era para nada aquella idea popular de un lugar superior al resto del planeta poblado con personas que le darían al mundo otro tipo de conocimiento y sabiduría.

-Hola cariño.- se había visto interrumpido por Katterina que había entrado en la habitación hablándole para sacarlo de su ensimismamiento.

-Hola Katte, lo siento no te oí entrar.- se disculpo con una tierna y cálida sonrisa.

-Ay mi cielo, no hay problema..- dijo acercándose a él y ofreciéndole un cálido abrazo y un beso en su cabeza.
Sasha aceptaba gustoso aquellos sentidos, despreocupado y para nada forzados gestos dulces que la omega tenía particularmente con él.
-Y ya te dije que me digas abuela pequeño.- le dijo revolviendo sus rulos y tomando asiento junto a él.

-Lo siento, sabes que me cuesta hacerlo... Pasó algo? -

-Nada, los alfas siguen reunidos en el despacho. Lo que no entiendo es, ¿por qué tú no estás con ellos?, La Sacra Corona Unita también te pertenece.-

Extrañamente Sasha tomó la mano de Katte en un gesto rápido, para nada violento, y muy cálido.
-Lo sé, pero yo no le pertenezco. Mi lugar está aquí. Mi verdadera familia está aquí...- hizo una pausa para ver la cara de sorpresa de Katte tanto por el gesto como por sus palabras.
-Massimo...no me inspira confianza. Hay algo en él que no me gusta.-

-Apenas si lo conoces Sasha, qué es lo que te hace pensar así?- inquirió la omega.

-Sabes, cuando conoces a una persona, lo ves directamente a los ojos y lo único que ves es un vacío enorme?, eso siento cuando lo veo o cuando estoy cerca de él... Cada palabra que me dijo sonó muy mal dentro de mi, el nombre de Vladimir saliendo de su boca sonaba aún peor, con un gusto amargo y frío.- Sasha ya no estaba hablando cálidamente, era frío y su mirada se había perdido en la habitación.

-Te entiendo... quizás más de lo que imaginas. Debes tener cuidado Sasha, a veces el confinamiento aunque sea necesario te cambia o simplemente saca a relucir lo que ya eras.- dio una pausa esperando que el omega absorbiera esas palabras y luego volvió hablar.
-Vienes o te quedas aquí?- se levantó aún tomando la mano de Sasha y éste le sonrió y también se levantó soltando su mano y marcando el libro para devolverlo a su lugar y salir de la habitación.

Katterina sabía que su pequeño niño tenía muchas preguntas e inquietudes pero el hecho de que justamente dijera la mismas palabras que su padre Vladimir le había confesado mucho tiempo antes de morir, simplemente le erizaba la piel.

Tal vez La Sacra Corona Unita corría más riesgos de los que imaginaban y tal vez todos los involucrados en recuperarla también...







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Caminando entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora