Capítulo 2 ;; El maldito (o bendito) abrigo.

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Ok, América, decídete.

¿Desde cuándo escribir un mensaje de texto es tan difícil?

Vuelvo a girar en la cama, con el teléfono en la mano y el chat de Malcolm abierto.

No voy a negar que fue una buena estrategia lo de dejarme su abrigo para que tenga que escribirle y devolvérselo.

¿Qué se supone que le diga? ¿"Hola"? ¿"Buenos días"? ¿"Qué onda"?

Giro otra vez, soltando un resoplido. Finalmente escribo un simple y miserable "hola".

¿Ves? No era tan difícil.

A veces odio a mi consciencia.

La respuesta llega más rápido de lo que esperaba.

Ladrón: ¿Quién eres?

América: Depende. ¿Quién quieres que sea?

Ladrón: A ver, tienes una ortografía perfecta, te haces la difícil... Debes ser la loca de la enciclopedia. ¿Acerté?

Bufo y rodeo los ojos a pesar de que no puede verme.

América: ¿Qué quieres decir con todo eso?

Ladrón: Nada. Sólo nombro hechos.

América: ¿Vendrás a por tu abrigo?

Ladrón: ¿Por qué no vienes tú?

América: ¿Y a dónde quieres que vaya? No tengo idea de dónde puedo encontrarte.

Lo siguiente que manda es la dirección de un sitio que no me suena de nada. Buscando un poco, descubro que se trata de una empresa familiar donde trabaja gente ricachona.

¡Ja! ¿Por qué no me sorprende?

"Compañía Koch de automóviles", según mi queridísimo google.

Pensaba quedarme en mi departamento hasta que se haga la una y tenga que ir a trabajar, pero al parecer voy a tener que salir antes.

Me quito a Percy de encima y lo observo con los labios torcidos.

—Lo siento, bebito.

Suelta un maullido indignado en respuesta, se baja de la cama y se va de la habitación, sacudiendo la cola.

Me pongo de pie y miro con cierto recelo al abrigo que reposa en la silla; gracias a él, voy a tener que abandonar la comodidad de mi cama.

Claro, finge que no quieres volver a ver a Malcolm.

Claro que no quiero.

Repite eso hasta que logres convencerte.

No tengo idea de qué ponerme, así que opto por un vestido azul.

Sin embargo, en el momento en que observo mi reflejo, los recuerdos no tardan en aparecer en mi mente.

Mi ex solía odiar esa prenda. Decía que me hacía ver gorda.

Y mamá no ayuda. Estoy segura de que si estuviera aquí, diría algo como; América, eres pelirroja. No puedes usar ese color. Se ve horrible en ti.

Creo que esa es una de las pocas cosas que odio de ser pelirroja. Algunos colores no combinan con mi pelo y termino pareciendo un payaso. O bueno; eso me han dicho las personas de mi entorno, así que supongo que es verdad, y prefiero usar los mismos tonos de siempre antes que pasar vergüenza y que se rían de mí. Prefiero ser invisible.

Y sus voces diciendo cosas horribles del vestido son las que terminan haciendo que me lo quite y me ponga otro de color gris con flores, suspirando.

Todavía recuerdo que, al principio, el vestido azul me encantaba. Me hacía sentir preciosa. Sin embargo, cuando empezaron a hacer ese tipo de comentarios, no pude evitar empezar a notar todo eso que decían. Así que lo dejé de usar.

Sobre el amor y otros clichés (‹‹Serie Lennox 1››)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora