Epílogo.

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Cuatro años después...

—Ay, África, que me vas a matar...

La mencionada por fin deja el cabello de América en paz.

—Eres como una niña pequeña. ¡Sólo te estaba haciendo bucles!

—¡Duele!

—Claro que no. Y deja de exagerar, que hoy es tu graduación y tienes que estar más bonita de lo normal.

—Pareceré un payaso. Te aseguro que las demás no estarán tan arregladas.

—Dices eso porque no las has visto aún. Al menos, llevas un vestido decente.

—Me siento halagada pero ofendida.

América observa su reflejo en el espejo. Debe admitir que se ve bonita enfundada en su vestido azul. Ha descubierto que puede intercambiar los recuerdos feos por otros mejores. Su mente ya no se llena de todas esas memorias horribles cuando mira ese vestido que tanto le gusta. Ahora, en cambio, recuerda cuando Malcolm la hizo usarlo para una cita en su casa y, más adelante, su graduación.

—Estás hermosa.

Malcolm aparece por la puerta de su cuarto y la observa tan embobado como la primera vez que la vio con esa prenda puesta. No puede esperar a que la ceremonia termine para arrancárselo en los asientos traseros de su auto.

Pero, dejando de lado los pensamientos pecaminosos... su pecho rebosa de orgullo. América se ve tan bonita ahora que ha descubierto que sus alas son más grandes de lo que pensó...

—¡No puedes ver! —África grita como una histérica y se coloca frente a su hermana para dejarla fuera de su vista.

—África... eso es para las bodas...

—Sí, llegaste un poquito tarde —Malcolm, divertido, rodea su cuerpo, se agacha frente a su esposa y deja un beso en sus labios. —Estoy tan orgulloso de ti... —susurra.

—Uy, los voy a dejar solos para que hagan sus cositas cursis y eso. Chao.

Cuando se quedan solos, América acaricia con la yema de los dedos la barba incipiente en el mentón de Malcolm. Sus ojos están llenos de amor y, aunque a veces se pregunta si el amor debería ser así de fácil, su mente está despejada de dudas.

Cada día están más enamorados. Es de ese enamoramiento irracional que la gente ve por la televisión y piensa que es demasiado cliché como para ser real.

—¿Cómo me veo? —pregunta ella. La sonrisa no le cabe en la cara y la simple cercanía de Malcolm hace que sus rodillas tiemblen.

—Estás hermosa —alza las cejas y se acerca más, divertido. —¿De verdad necesitas que te lo diga, o es que quieres oír lo que ya sabes? Presumida.

América abre la boca con indignación.

—¿Ahora una no puede querer escuchar un cumplido de su esposo? No sabía que eres de ese tipo de hombres, Malcolm.

—Le diré todos los cumplidos que quiera, patrona —hace una señal militar.

—Muy bien, muy bien.

Ambos sonríen como idiotas antes de volver a unir sus labios con dulzura.

—Tenemos que irnos —avisa él, dejando pequeños besos en sus mejillas, párpados, frente, nariz y labios.

—No estoy lista.

—Pero se nos hará tarde —suelta una risa. —Vamos, cariño. Todo saldrá bien.

Sobre el amor y otros clichés (‹‹Serie Lennox 1››)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora