Soph y África pasaron por mí después del trabajo para ir a tomar algo. Al menos, esa era la idea general. Pero, después de varias súplicas, conseguí que nos quedemos en casa de Soph.
—Yo no voy a beber.
—Vamos, Mer —Sophia hace un puchero. —¿Acaso quieres que desperdicie todas estas botellas? ¿No te haría sentir culpable que pierda dinero de esa forma?
—Me siento manipulada.
Sonríe como un angelito.
—Lo estás siendo. Pero, hablando en serio. Necesitas divertirte de vez en cuando.
—¡Lo hago! —frunzo el ceño, fingiendo indignación.
—No me malinterpretes. Quedarte en tu casa leyendo debe ser... entretenido, pero beber y bailar con tus amigas no te hará ningún mal.
—Sí que me hará mal. Mañana me despertaré con una resaca asquerosa.
—Es un mal necesario. Créeme. Además, desde que Malcolm se fue tienes una cara larga que es imposible borrarte.
Ojalá fuera solo por eso. Entre todo el tema de Abel y la responsabilidad que supone el trabajo en la librería, ahora todo en mis manos, apenas tengo tiempo para respirar.
Claro, la ausencia de Malcolm influye. Casi nunca hablamos. Dijo que el fin de semana estaría un poco más libre. Ya es viernes. La espera es horrible.
—Está bien —accedo finalmente.
Así es cómo mi hermana y mi amiga abren cada una de las botellas, totalmente seguras de que vamos a terminarlas hoy. Y, amigos míos, no me veo bebiendo más de un vaso, sobre todo porque no me gusta mucho.
Aunque, a decir verdad, no conozco la mitad de las bebidas sobre la mesa.
África se encarga de servir shots con un líquido transparente como el agua. A la de tres, bebemos al mismo tiempo, y tengo que hacer un enorme esfuerzo para no vomitar por el repentino ardor en mi garganta. En cambio, me da un ataque de tos. Las otras, aunque tienen el semblante arrugado en desagrado, no emiten mayor reacción.
—¿Es la primera vez que tomas vodka? —pregunta Soph, divertida, dando palmaditas en mi espalda. —Te acostumbras, lo prometo.
—¿Qué tiene de divertido esto? —gimoteo.
—Lo divertido es el efecto que produce, no beberlo en sí. Malcolm me mataría si supiera que te estoy embriagando.
—Correcto. Eso lo hace más entretenido —África sonríe con diversión. —¿Continuamos, señoritas?
Con el paso de los minutos, se vuelve menos terrible. Sí, el sabor sigue siendo un asco, pero comienzo a sentirme más ligera y a reírme tontamente de cualquier idiotez, al punto de que no me importa nada, ni siquiera el fuego que me abrasa la garganta cada vez que bebo un shot.
África y Sophia no están en mejor estado que yo, eso sí.
—Estoy mareada... Y tengo que mear —protesto. Las otras dos se ríen a carcajadas, como si hubiera contado un chiste buenísimo, aunque hablo muy en serio.
—Ven, te ayudo —Soph se pone de pie sosteniéndose del sofá, me toma del brazo y me acompaña hasta el baño. Ninguna de las dos es capaz de hacer dos pasos sin tambalearse, por lo que la tarea es aún más complicada.
Una vez en el baño, Soph espera afuera.
—Oye, ¿puedo preguntarte algo?...
Cada vez que hablo, siento la lengua pesada y arrastro las palabras detrás de mí, un detalle que no deja de hacerme reír, impidiendo que conecte dos oraciones sin una carcajada de por medio.
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Sobre el amor y otros clichés (‹‹Serie Lennox 1››)
RomanceA excepción de sus personajes literarios favoritos, América jamás se ha enamorado realmente de nadie. A excepción de su trabajo, Malcolm jamás ha tenido tiempo para nada. ¿Qué pasará cuando estos dos mundos colisionen? Primer libro de la serie Len...