Capítulo 16 ;; Los asuntos familiares nunca son fáciles.

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Mis padres están en casa. Lo sé gracias a las luces encendidas y a los sonidos que llegan de adentro, los cuales dejan en evidencia que están cocinando. La risa de África me hace doler el alma, porque no puedo contar la cantidad de veces que deseé estar en su lugar.

Malcolm me ofrece nuevamente entrar conmigo y, a diferencia de las veces anteriores, termino aceptando. A cada paso que doy a la puerta, soy más consciente del sudor de mis manos. Si el hombre a mi lado lo nota, no dice nada al respecto ni desenreda nuestros dedos.

Mi madre abre poco después de que toque el timbre, sin darme tiempo a prepararme mentalmente. Las dos nos quedamos quietas, incapaces de reaccionar.

Por dentro, miles de emociones me remueven. El rencor, el dolor, la angustia, el miedo... Y el amor.

Porque en este momento me da igual todo lo que mis padres me hicieron pasar. Sólo quiero tenerlos a mi lado, enseñarles que mi estilo de vida no está tan mal... Empezar de cero.

Joder. No hay nada que desee más en este mundo.

—Buenos días, señora. Soy Malcolm Koch.

Los ojos de mamá vuelan hacia mi acompañante, hacia nuestras manos unidas y a su traje. Por la forma en que sus cejas se disparan hacia arriba, presiento que ha sido una grata sorpresa.

Quién sabe. Quizás esperaba que saliera con un pandillero o algo así.

África aparece a su lado y su rostro se ilumina cuando nos ve. Tiene la cara, el cuello y las manos llenas de harina.

—¡No sabía que vendrían! —expresa antes de envolvernos en un abrazo efusivo.

—Espere, ¿Koch? ¿De la compañía Koch de automóviles?

Todos giramos a la mayor cuando habla por primera vez, asombrada. Malcolm responde que sí con la cabeza.

—Exactamente.

Y cuando la vista de mamá se posiciona en mí... Adivino que está intentando averiguar por qué un hombre de tal nivel se encuentra con alguien como yo.

Yo me pregunto lo mismo.

A ti nadie te pidió opinión.

—Lindo vestido, América. Vengan, pasen. Estamos horneando pizzas. Supongo que, si han venido hasta aquí, nos darán el honor de cenar con nosotros.

Y al momento en que se da vuelta, se encamina a la cocina y se adentra en ella... No puedo evitar quedarme parada en el lugar como una idiota, con la boca entreabierta.

¿Qué diablos...?

África está igual que yo, con los ojos desorbitados. Y me olvido de que estoy de pie, en medio de la calle, de noche y con la puerta de la casa abierta hasta que Malcolm tira de mí y cierra detrás nuestro.

El olor a comida inunda mis sentidos, haciéndome rugir el estómago.

—Calla, Peter.

Mi hermana y Malcolm se voltean automáticamente a mí.

—¿Qué? —pregunta éste último.

—Peter es mi estómago.

—¿Le pones apodo a las partes de tu cuerpo? —se burla África, riéndose junto a Malcolm.

—¡Ey! —me quejo, alzo la barbilla y me cruzo de brazos, muy digna. —Pues yo no le pongo apodos como "Rockerito" a la gente.

África enrojece hasta el cuello, pero Malcolm es quien contesta.

—Mentirosa. Me llamaste "Ladrón" por un buen tiempo.

—¡Pero eso está fundamentado! ¡Pensé que me ibas a robar!

Sobre el amor y otros clichés (‹‹Serie Lennox 1››)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora