Capítulo 1: Dos murciélagos incómodos.

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Y ahí estaba yo

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Y ahí estaba yo. Frente a un hombre que parecía haber chupado un limón y que me miraba con desaprobación constante. Aunque a juzgar por su actitud, seguramente esa era su mirada natural. -De verdad, mamá: ¿En qué estabas pensando?- le pregunté a la nada. Porque por supuesto, a todos los efectos, ya no tenía una mamá a quién preguntarle por qué demonios había decidido aparearse con lo que parecía un murciélago gigante y mal alimentado, cuya personalidad era tan vibrante como un calcetín negro. Acababa de perder a mi madre, estaba a punto de cumplir mis 11 años, y este cretino creía que podría ser el padre del año solo por evitarme el orfanato y en su lugar revelarme la "gran verdad". -Err...- comenzó visíblemente incómodo. -Lilith es un bonito nombre...- comentó. 

-Simbólico también.- Respondí lacónica. -Lilith fue la primera mujer creada independiente de Adán, a quién rechazó, y su lugar en el Edén, a cambio de conocimiento y poder. Terminó enamorada de Lucifer, conocida como la primera bruja y madre de los demonios.- Terminé en el mismo tono. Si creía que iba a darme una clase sobre la historia muggle en su relación con la magia, estaba en un muy mal camino a convertirse en un referente. En mis cortos años, había rastreado tanta información como me había sido posible sobre la relación de los humanos con la magia. Claro que toda ella estaba teñida de un montón de leyenda y basura que hacía ver a la magia como algo imposible, y en el mejor de los casos, mala. Aunque claro, si sabías la verdad, podías leer entre lineas. Suponía que Lilith solo había sido una maga excepcional en su tiempo, tan excepcional, para que la consideraran concubina del mismo diablo. El hombre abrió y cerró la boca, como si se acabara de arrepentir de lo que estaba a punto de decir. -Hablando de eso...- comenzó, pero lo interrumpí. -Soy una bruja.- dije tan bruscamente como fui capaz. Las sutilezas no eran lo mío. -Y tu, un hechicero. Lo sé.- 

No tenía un pelo de tonta, y mamá, a sabiendas de con qué lidiaba, decidió explicarme lo mejor que pudo, sobre mi magia, a una edad muy temprana. Había tenido episodios de magia involuntaria ocasionalmente desde los 2 años. Pero a los 5, en cuanto dominé mi cuerpo, el control de mi magia se sintió simplemente como una extensión de tal dominio. Podía sentir la magia fluir dentro de mi como el aire o la sangre. Se volvió algo intrínseco a mi persona. En cuanto fui capaz de dominarme, comprender las energías que salían de los demás no resultó nada dificil. En especial porque solo lidiaba con personas sin mágia, cuyas energías eran leves como una bruma al rededor de sus cuerpos. En cambio. Mi primer encuentro con una persona mágica en verdad, se sentía completamente diferente. Emanaba una energía apestosa y densa, difícil de dilucidar, y sus pensamientos y sentimientos eran más complejos también. 

Mamá solía hablarme sobre una escuela donde me enseñarían conjuros, hechizos y pociones, pero para mi, todo eso resultaba absurdo, podía hacer magia con mis manos y mi mente. Y además podía controlarlo. Hacía años que no sufría un episodio de magia accidental. ¿Qué más podía pedir? El hombre sentado con su taza de café intacta frente de mi volvió a hablar. -Tu madre...- algo en su aura se removió inquieto y a su mente llegaron pensamientos difusos. Ew, no quería ver a mi madre tumbada en una cama con ese ser desagradable, gracias por eso, papi. Pensé. -supongo... te puso al tanto de mi condición. ¿Verdad?- Levanté una ceja exceptica y un poco asqueada. -¿Te refieres a que fuiste su amante por un verano y luego no volviste a aparecer si quiera por carta, o al hecho de tu magia? Si es a lo segundo... Si. No iba a dejarme ir por ahí haciendo estallar cosas cada vez que estornudaba, incluso antes de ser capaz de limpiar mi propia baba, sin darme una explicación. En especial una vez que descubrí lo que podía hacer con la mente.- dije sin dejar de sonar cínica.

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