Capítulo 9: Apariencia encantada.

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-¿A qué te refieres con que ahí está la salida?- pregunté mirando con confusión la sólida pared de ladrillos. -¿Hay que presionar los ladrillos?- dije recordando la entrada al callejón Diagon. Invi pareció divertido por mi confusión. -No, solo hay que caminar a través de ella.- Me reí, esperé a que él revelara su broma, no lo hizo. -¿Es chiste, verdad?- El negó con la cabeza, -si quieres podemos esperar a que otro lo haga para que lo veas primero.- sugirió. -No, solo dime el truco... ¿decir unas palabras? ¿tocar el quinto ladrillo a la derecha? ¿saltar justo en medio?- Él continuó negando. -No, solo caminas. Y no dudes o podrías quedarte atascada. Solo camina en su dirección. Sentirás como se desvanece a tu al rededor y luego estarás en King's Cross. Lo prometo.- Aún no estaba del todo convencida, pero tenía que intentarlo, aunque solo fuera para diversión de Invitus, o seguiríamos allí parados el resto de la tarde. Avancé sujetando fuertemente el carrito con mi baúl. Tal y como dijo Invitus, la pared a mi alrededor se desvaneció. -NO DUDES.- mantenía en mi mente. Al final de una breve caminata, aparecí nuevamente de espaldas a la pared de ladrillos que marcaba los andenes 9 y 10 en King's Cross. Tal parece que a los magos les gusta esconderse a plena luz del día, y en la nariz de los muggles. Invitus apareció justo detrás de mi. -¿Los muggles no ven nada extraño en que las personas solo se desvanescan contra una pared?- pregunté como aturdida. -Ellos no ven nada que no puedan explicar. Y usualmente, cuando uno realmente ve algo, lo tachan de loco. Por eso casi nunca hablan del tema, incluso si nos hubieran visto.- afirmó. -No parece la forma más segura de guardar un secreto, confiar en la sutileza muggle- él se encogió de hombros -pero si en su miedo a la locura. El miedo es más fuerte que cualquier argumento.- Eso me dió mucho en qué pensar.

-¿Caminaremos al caldero chorreante?- pregunté. Invitus no parecía muy de acuerdo con la idea. Si llegamos con el estomago vacío, Frank se empeñará en que comamos algo preparado allí. Y creeme, por lo que he escuchado, no es recomendable comer algo preparado allí aunque no hubieras probado bocado en semanas.- dijo divertido. Tuve que estar de acuerdo, la comida del caldero chorreante era de todo menos disfrutable. -Mejor vayamos a algún lugar a comer, y esperemos a que se ponga completamente el sol.- dijo misterioso. -¿Para qué esperar a que se ponga el sol? ¿Piensas llevarme a un rave?- Invitus sonrió -no, porque así, podremos llamar al autobús noctámbulo.- Asumí que se trataba de otro artilugio mágico que los muggles no podían (o no querían) ver. Nos metimos en el primer local que encontramos abierto y pedimos hamburguesas y malteadas. Mi cara estaba a medio enterrar en una hamburguesa triple que mi estomago estaba empezando a dudar de poderse acabar. -En serio, los elfos de Hogwarts son geniales, pero sería bueno cambiar el jugo de calabaza por una malteada de chocolate de vez en cuando.- Invitus asintió terminando su hamburguesa con insultante velocidad. Una vez satisfechos, mi tutor pagó la cuenta y caminamos hacia un callejón oscuro y vacío. Sacó la varita y conjuró Lumos. -¿No se supone que hay una regla para que los estudiantes no usen magia fuera de Hogwarts?- pregunté atónita de ver al perfecto Invitus Perit romper una regla. -Hay algunas excepciones, como esta: para llamar al autobús noctámbulo, debes hacer esto. Y no creo que al ministerio le haga mucha gracia que dos jóvenes magos se paseen por el Londres nocturno, con todas sus posesiones mágicas a cuestas,  de camino al hostal.- Respondió. 

Estaba a punto de decir que las reglas parecían no tener sentido, cuando un enorme autobús morado de tres pisos se metió en el estrecho callejón a toda velocidad violando todas las leyes de la física, y se detuvo frente a nosotros. Si las leyes del ministerio no tenían sentido, las leyes de la física eran una mera sugerencia, claramente. Pues bien, bienvenida al mundo mágico: ¡y al carajo la lógica!. -Bienvenidos al autobús noctámbulo, transporte de emergencia para el mago o bruja en apuros. Mi nombre es Stan Shunpike y seré su guía esta noche.- recitó el hombrecito delgado y con la cara llena de marcas. En mi mente, la voz de Invitus resonó fuerte y clara -no hagas comentarios sobre su rostro. La viruela de dragón es muy invasiva.- Asentí en seña de que lo había entendido. Abordamos el autobús. El conductor parecía sacado de una película de terror de bajo presupuesto, y llevar días sin dormir. No parecía un trabajo muy saludable para un hombre de su edad. En seguida comprendí por qué. El autobús salió despedido a toda velocidad, mientras una cabeza reducida hacía comentarios inquietantes, primero sobre el cabello de Invi, luego sobre mi cuerpo. Mi tutor, algo molesto, se deshizo de su abrigo y lo colocó sobre mis hombros -¡Aguafiestas!- chilló la cabeza al no poder ver más mi busto. Invi pagó los boletos y Stan nos ofreció cepillos de dientes que ambos rechazamos cortesmente. Cuando estuvo frente al hostal, la frenada fue tan brutal que tuve que sujetarme de Invi para no ir a dar contra la cabeza reducida al lado del conductor. Eso le hubiera encantado. Era obvio que no era el primer viaje de Invitus en este medio peculiar (por decir lo menos) porque apenas mudó su expresión. Bajó su baúl mientras Stan bajaba el mío y se despedía bajando su gorra. Luego, así como había llegado, se marchó, dejándonos de pie frente a lo que había sido mi celda antes de Hogwarts. Habían pasado solo unos meses desde que me había ido, sin embargo, me sentía irrealmente distinta a la última vez que había estado aquí.

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