Las vacaciones habían pasado tan rápido que cuando me di cuenta, estaba sentado a la mesa de ravenclaw, de regreso en el colegio. Estas pascuas habían tenido momentos memorables como la transformación de Ron, los paseos y las visitas al mundo muggle, sin embargo, en el fondo de mi cabeza, había estado deseando volver, para hablar con el profesor Dumbledore. Hubiera preferido hablar con mi padre, pero él no estaba aquí, y si estaba en lo correcto, este asunto era demasiado complejo para ponerlo por escrito. En cuanto la cena hubo concluído, me puse en pie, decidido a no dejar pasar un minuto más, pero el profesor Flitwick me atajó. -¿A dónde vas Perit?- preguntó con su chillona voz. -Profesor, disculpe. Necesito hablar con el profesor Dumbledore. Es urgente.- Pero el profesor negó con la cabeza. -De seguro no es nada que no pueda esperar a mañana.- respondió, haciendo un gesto para que me uniera a mis compañeros en su trayecto a la sala común. -En realidad, profesor, yo preferiría...- pero no me dejó seguir con mi explicación. -Sin discutir, Perit. Estoy seguro de que el profesor Dumbledore estará aquí mañana por la mañana. Ahora, deberías acompañar a los demás Ravenclaw a la sala común.- sentenció. Quise gritarle. Grandísimo idiota, o más bien, pequeñísimo idiota. ¡Se trata de Lord Voldemort! Pero ¿de qué me serviría? Probablemente, el profesor me despacharía de igual modo, creyendo que había caído en los relatos conspirativos de Luna y no me tomaría en serio. La rabia y la impotencia me invadieron, mientras me unía a la gran ola de gente que se agolpaba en las puertas del gran comedor para salir de allí.
A la mañana siguiente, me vestí y salí del dormitorio tan temprano, que los primeros rayos de sol parecían acompañar mi recorrido hasta la gárgola que custodiaba la oficina del director. Pero, una vez allí, comprendí que no tenía la contraseña. -Humm... ¿caramelo de limón?- probé con dudas. Si Dumbledore era tan solo la mitad de lo inteligente que se lo consideraba, habría cambiado la contraseña al menos dos veces desde la última vez que había estado allí. La gargola no se movió. -¡Vamos! ¡Necesito verle!- le espeté a la estatua que sostenía su pétrea mirada, impasible. -¡Mierda!- protesté -¡El lenguaje! Señor Perit. Este es un colegio, no un potrero.- chilló la profesora que me miraba con su gesto adusto. Los labios se le apretaban en una línea finísima. -Lo siento, profesora.- Respondí contrariado. -Le puedo asegurar, que el director jamás usaría como contraseña, una palabra propia de un bruto barbaján.- soltó ella. -Y, a todo esto, ¿qué hace aquí? ¿No debería estar en el comedor, desayunando, como el resto de sus compañeros?- Suspiré con frustración y la profesora me escaneó con su mirada felina. -Necesito hablar con el director. Es importante.- tercí. Ella no mutó su gesto de desaprobación, pero se volvió a la estatua. -Cucurucho de cucaracha.- le dijo. La gárgola comenzó a girar. -Ustedes los estudiantes creen que todo es urgente.- soltó, haciendo que un hilo de ira se deslizara por mi columna. ¡Si tuviera idea! pensé. Pero no podía reprochárselo. De seguro, nadie se lo imaginaría.
Cuando la escalera me condujo a la puerta de la oficina, la golpeé con ansiedad. -Adelante.- respondió la cantarina voz de Dumbledore, al otro lado. -Buenos días, profesor. Lamento molestarlo tan temprano, pero...- el profesor esbozó una de esas irónicas sonrisas y me miró por encima de sus gafas de media luna -...es importante, supongo.- completó. -Si, así es. Se trata de Tom Riddle.- le espeté, sin hacer caso a su tono de sabiondo. -Oh, ya veo.- contestó tomando asiento, e invitandome con un gesto, a tomar asiento frente a él. -Verá... Sabe que Lilith puede entrar en contacto con las energías magicas, ¿verdad?- él asintió con interés. -Y supongo que también sabrá que ella, y Draco son pareja.- relaté. -Si, estoy en conocimiento, pero no comprendo qué tiene que ver la habilidad y la elección de pareja de la señorita Prince, con Riddle.- terció, animandome a llegar al punto. -Bien, tiene que ver, porque en estas pascuas, Lil ha estado en Grimmauld Place, la antigua morada Black, en la que ahora viven Sirius, Harry y Draco. Y...- pensé como decir "Lilith estaba intentando espiarlos" sin que arrojara a mi amiga a las vías del tren. -Y ella estaba... intentando ejercitar esas habilidades, y... notó que había dos Harry.- El director no parecía seguir la línea de mis pensamientos, pero no volvió a interrumpir. -Verá, desde la primera vez Lilith se acercó a Harry, dijo que su aura era horrible. Algo asqueroso y tétrico se movía mezclado con una energía protectora y bondadosa. Dijo que no le hacía sentido, y que por ello se sentía incómoda cerca de él. En ese momento, no lo comprendí, pero entonces, en Grimmauld Place, seguimos la energía del otro Harry, hasta... Hasta esto.- dije sacando el guardapelo, que había sujetado con fuerza en el bolsillo de mi túnica. No había notando lo fuerte que la cadena se había incrustado en mi piel, hasta que note la marca roja que rodeaba mi muñeca. Me la desenrrosqué con premura y la coloqué en el escritorio de Dumbledore, que la contempló con un silencio absorto. -Es el emblema de Slytherin, ¿no es así?- pregunte, sin necesitar la respuesta. -Si, así es.- respondió ensimismado.
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Magia Irreverente
FanfictionSeverus Snape, el amargado profesor de pociones descubre después de muchos años que tiene una hija fruto de un fugas amor de verano con una Muggle. La niña posee talentos mágicos inesperados y una consciencia avanzada de cuerpo y magia. Tras la muer...