Capítulo 4: Ni tan niñita, ni tan murciélago.

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Un sonoro Crack me anunció que tenía visitas. -¿Te mataría golpear la puerta?- pregunté sin molestarme en levantar la mirada del libro. Solo mi padre se aparecería por aquí. Habían pasado solo unos días desde que se había ido, y suponía que ya habría encontrado la solución a nuestro pequeño problema, o vendría a reforzar su encantamiento, que ya había dejado de hacer eco en mi mente. -Parece que han tenido unos días divertidos en el colegio...- comenté apuntando hacia el periódico que el elfo me había traído, las fotos y publicidades se movían en las páginas, y había estado usándolo para mantenerme en contacto con mi nuevo mundo. -¿Es verdad que había un monstruo suelto? ¿Y que han arrestado al profesor de defensa contra las artes oscuras?- pregunté apresuradamente. Severus no habló, lo miré por primera vez y noté sus ojeras. Se veía cansado. -Vendrás conmigo.- dijo por toda respuesta. -¿Ir? ¿A donde? ¿No te refieres a Hogwarts, verdad?- chillé aterrada. -No pude soportar mantenerme de pie en el callejón de las compras, ¿cómo pretendes meterme en un castillo encantado sin que mi cerebro se derrita?- El hombre pareció encontrar divertido el comentario porque vi lo más parecido a una risa que aquel hombre había soltado desde que me había recogido en el juzgado. -Vendrás a Hogwarts, te mantendrás en una cámara apartada, a un lado de mis aposentos, y tendrás tutoría privada con un estudiante avanzado en oclumancia para que logres cerrar tu mente, al menos lo suficiente para que en unos meses puedas volver al callejón a hacer tus compras sin morir en el intento.- Respondió. Resoplé. -Eso quiere decir que estoy siendo transferida de una celda a otra. Y ahora recibiré la visita de mi extraño padre mitad murciélago, y del ñoño seleccionado para hacerme menos rara. ¡Que afortunada!- solté con exasperación, pero de nuevo ¿qué opciones tenía? No iba a dejar que me quitaran mi magia. Si el ministerio me tenía en la mira, pelearía con uñas y dientes para mantenerla, aunque me inmolara en el proceso, lo que a juzgar por lo que había sentido la última vez que estuve rodeada de magia, era posible, sino probable.

-Ahora recoge tus cosas y ven aquí.- dijo en el mismo tono uniforme que solía usar. Con desgano, metí mis pocas pertenencias, los periódicos y mis atesoradas siete libras en la mochila. -El proceso de aparición es bastante complejo y requiere de mucha magia, y no quiero particionarte ni sobreexponer tus sentidos, así que estarás en trance hasta que lleguemos allá.- explicó. -¿Trance?- pregunté con una ceja arqueada. -La oclumancia te permite cerrar tu mente, pero en mi caso una capacidad más desarrollada, me permite cerrar la mente de alguien más, y es lo que haré contigo. Conozco un mago excepcional que logró mantener su propio trance junto al de otros dos magos a la vez.- comentó. -¡Mierda! Eso si suena increíble. ¿Quién fue? ¿Merlín? ¿Flamel? ¿Dumbledore?- pregunté con anticipada emoción. Tenía que leer sobre eso. Si la oclumancia te daba esa clase de poder sobre la mente de alguien más, una vez que aprendiera a dominar mi propio poder de la mente, sería imparable. La cara de Severus se tornó en una mueca de satisfacción. -Tu tutor.- respondió. Oh, bien, había logrado que me entusiasmara con el ñoño para que dejara de ser tan odiosa. Buen truco, viejo murciélago. Una vez que terminé de recoger mis cosas, me acerqué. Tocó mis cienes y entonces todo fue oscuridad. De pronto sentí como si todo mi cuerpo estuviera siendo empujado por un hueco diminuto, como si me tiraran del ombligo por la cerradura de una puerta. Me faltaba el aire y mi cuerpo se retorcía en posiciones imposibles. Pero estaba calmada y a oscuras. Inmediatamente después, abrí los ojos. Severus sostenía mis cienes, pero ahora estabamos en un lugar completamente distinto. En lugar de mi ya conocida habitación del caldero chorreante, me encontraba en una especie de calabozo, cuyas paredes emitían un curioso resplandor verdoso.

-¡¿Así que todo eso sobre el tutor era un engaño para traerme a una prisión de verdad?!- exclamé aterrada. De ponto estaba sin salida e imaginaba que pronto llegarían los obliviadores y adiós a mi magia. ¿o me encontraba en azkaban? ¡No había cometido ningún crimen, no era mi culpa que mi magia fuera así de volatil! Estaba al borde de hiperventilarme cuando Snape rió con pura maldad. Estaba claro que disfrutaba con mi sufrimiento, ¡el muy cretino! -Esto no es una prisión.- dijo con un falso tono de ofensa. -Estos son los dormitorios de Slytherin. ¡Bienvenida a las mazmorras de Hogwarts!- abrí la boca de pura sorpresa. -¿Hacen a los estudiantes dormir aquí?- pregunté. El hombre asintió. -Solo a los Slytherins como yo. Te acostumbras a la luminiscencia verdosa del lago negro después de un tiempo. Ahora, como tú no eres oficialmente una Slytherin, la sala común está prohibida. Esta es tu habitación, que está junto a la mía. Ahí hay un baño que puedes usar. Recibirás a tu tutor en un horario que no interfiera con sus clases. Mientras estés aquí, sentirás algunas presencias mágicas, ya que el castillo está lleno de magos y brujas, y el lago, de criaturas mágicas. Pero tus paredes han sido reforzadas para que no sean extremadamente invasivas.- Agudisé mis sentidos y asentí. La magia se sentía, si. Pero como algo que resonaba a lo lejos, excepto por el aura oscura del profesor de pociones. -Iré a buscar a Invitus.- dijo sin más y salió de mi nueva prisión subacuática. -¿Invitus?- repetí a su espalda. -Si no es el nombre más estúpido del mundo, está en el top tres.- solté. Él no dijo nada, pero me dedicó una misteriosa sonrisa. Luego asintió. -Ya veremos...- añadió mientras cerraba la puerta.

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