Capítulo 41: Los dos Potter.

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Paseaba por los terrenos de la casa de mi familia, cuando me tope con unos invernaderos desvencijados. Curiosamente, pese a que viví allí toda la vida, no había reparado en ellos... Nunca fui un niño que fuera particularmente dado a la vida al aire libre, a menos que se considerara aire libre a los canteros y macetas a la entrada de la casa principal. Me pareció un desperdicio tenerlos allí así, y entonces decidí repararlos. Al vivir en una casa mágica, con magos adultos, elfos domésticos y alguna que otra criatura, el ministerio no se enteraría de que estaba usando magia. Mientras los reparaba, pensaba en la utilidad que podría darles, seria una buena inversión de mi tiempo, estaría muy bien tener a mano ingredientes para pociones para los merodeadores y también sacarme algún dinero extra y no tener que pedir a mi abuela, que aunque había mejorado su actitud y su trato para conmigo, seguía siendo una bruja estricta y severa. Tal parecía que mi mejoría con la magia, la había ablandado un poco -¡Neville! ¿Dónde estás?- escuché su voz -¿Cómo hiciste esto?- preguntó estupefacta cuando me vio junto a los diez invernaderos recién reparados -Pues... Con magia, abuela.- Respondí, rascandome la nuca por la obviedad -¿Y con qué propósito?- volvió a inquirir severamente -Bueno, me parecía un desperdicio tener tan buenos invernaderos rotos y abandonados. Podrían ser una fuente de ingresos extra, y también una fuente de ingredientes de pociones para mí y mis amigos.- Expliqué, tratando de investir mis palabras de seguridad. -¿Y para qué querríamos mas ingresos? Sabes que somos ricos ¿No? Ademas... ¿Quienes son estos amigos tuyos? Ya me has hablado de Harry Potter, el hijo de Arthur Weasley y la chica de padres muggles, pero pensé que no pasabas mucho tiempo con ellos.- Siguió mi abuela con su interrogatorio, que empezaba a exasperarme -Pensaba en quedarme con los ingresos para mi, para no tener que estar pidiendo dinero constantemente...- Comencé a explicarme, rezando para no despertar la furia de Augusta Longbottom -... y mi grupo de amigos... es algo complicado. Aunque antes eran amables conmigo no eramos exactamente amigos... comenzó este año, dentro de ellos están los que mencionaste, además de Invitus Perit, Ginny Weasley (hermana de Ron), Luna Lovegood, Juliet Diggs (la hija del nuevo profesor de historia de la magia), Lilith Prince (la hija del profesor de pociones), Ignatius Wall, Thadeus Smith y Draco Black.- dije dando explicaciones. El ultimo nombre la sobresaltó un poco -¿El niño que ese estúpido Malfoy desterró?- soltó con un atisbo de sonrisa y, sin aguardar mi respuesta, añadió -...Así que el juntarse con varios "traidores a la sangre" como diría su padre... muggleborns y mestizos...  fue la causa de su destierro.- murmuro mi abuela pensativa. -... y el niño ya fue adoptado por su tío.- Continuó la linea de su pensamiento. Yo me reí -Eso y hecho heredero de la familia Black, según la última carta de Harry, también.- complete la información de mi abuela -Me gusta tu nueva iniciativa, también el cambio que ha provocado en ti tus nuevos amigos. Ten.- dijo y me entrego un permiso de Gringgot's sin limite de movimientos -Compra plantas para tus invernaderos, también algunos elfos para que se ocupen de ellos cuando estés en Hogwarts. Va siendo hora que el próximo cabeza de la familia Longbottom se mueva en los negocios, cuando regreses, si quieres, te daré libros de política también.- Dijo y por primera vez en muchos años me dio un abrazo antes de marcharse y dejarme algo incómodo.

Con mi nuevo permiso de Gringgot's, marche hacía el callejón diagon, donde un mago podía encontrar todo lo que buscara, y me dispuse a comprar una variedad de las plantas más útiles que pude pensar y algunas raras también. Paseando por el callejón, se me ocurrió también pasar por Madam Malkin's y renovar mis trajes y túnicas de diario, ya que, según mis amigos me vestía como un abuelito, y si tenía que incursionar en la política, debía de verme bien. Salí del local con un traje de corte recto, negro con el forro rojo escarlata, y una túnica haciendo juego, con leones dorados bordados en el cuello. Los otros que había pedido, serían enviados a mi casa. Una vez listo, marché en busca de elfos. Luego de un duro regateo, pude comprar uno para cada invernadero, y hacer la unión con ellos para que pudieran alimentarse de mi magia y la de mi familia, los mandé asearse y vestirse más decentemente (obviamente, les aclaré que sus nuevas prendas no eran de su propiedad, sino mía.) No compartía la esclavitud, pero mi abuela me había explicado que era un tipo de simbiosis donde los elfos nos servían a cambio de extraer magia de nosotros para sobrevivir, y siempre me había enseñado a tratarlos justamente y no abusar de ellos. Hice una última parada en Florean para tomarme un helado, y partí para casa a esperar la llegada de mis compras.

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