Capitulo 19

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El mismo día en que Yoongi y Kang llegaron a Rolling Prairie, Jimin fue puesto en libertad.

—Lo lamento mucho, Park, pero cualquier sheriff hubiera sido igual de precavido que yo. Normalmente los desconocidos no dan más que problemas —se disculpó bruscamente el sheriff Wilkins cuando le devolvió el arma—. El alcalde de Dry Gulch ha confirmado su identidad, en respuesta a mi telegrama, y no le he encontrado en ningún cartel de «SE BUSCA».

—Se lo dije, pero no me creyó —le acusó Jimin.

—Le pillamos en la cama con el esposo de otro hombre. Le su­giero que en el futuro dedique sus atenciones a hombres solteros. ¡Por Dios! ¿Cómo se le ocurrió? Kang estaba de luna de miel.

—Yoongi es mi esposo, no de él. Acuérdese de lo que le digo, sheriff, este retraso tendrá consecuencias muy graves, sólo espero no llegar demasiado tarde.

—¿Demasiado tarde para qué? —preguntó Wilkins.

Jimin no se molestó en responder y se dirigió hacia dónde había dejado su caballo. Calculó que tardaría tres días en llegar a Rolling Prairie. Para entonces haría siete que Kang y Yoongi habían partido de Butte. Rezó para llegar a tiempo.

Yoongi abrió los ojos y los clavó en el techo. Por primera vez en muchos días podía enfocar la mirada y ver algo. Aunque fuera con dificultad, era capaz de dar cierta coherencia a sus pensamientos. Echó un rápido vistazo a los objetos que había en la habitación hasta detener la mirada en el tocador, donde reconoció el mango de plata del cepillo y el espejo de mano que su padre le había re­galado en su decimosexto cumpleaños.

Estaba en casa; en su cama.

Se apoyó en los codos, temblando por el esfuerzo y maldi­ciendo para sus adentros los efectos que el láudano tenía en su cuerpo. Llevaba puesta una camisola y sólo pensar en que Kang, el asesino de su padre, le hubiera quitado la ropa hacía que se estremeciera de repulsión. Se obligó a sentarse en el borde del colchón, dolorosamente consciente de la apremiante necesidad de levantarse.

De repente se abrió la puerta y Kang entró en la habita­ción sonriendo.

—Así que por fin te has despertado. Ya iba siendo hora.

—¿Dónde has dormido tú? —preguntó Yoongi, mirándole con los ojos entrecerrados. No quería que se acercara a él.

—Desde luego, no contigo —se burló Kang—. No pienso hacerlo mientras estés embarazado de otro hombre. He dormido en la ha­bitación de al lado.

El alivio de Yoongi fue profundo e inmediato.

—¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Quién me metió en la cama?

—Me temo que te di una dosis demasiado elevada de láudano un poco antes de llegar al pueblo, por lo que has estado dur­miendo casi dos días. Fui yo quien se encargó de acostarte y le dije a Tubbs que me avisara si te despertabas e intentabas escapar. Ahora me voy al banco. En el pueblo piensan que estás muy en­fermo y que pasará mucho tiempo antes de que te recuperes. El Doc Tucker le ha dicho a todo el mundo que has debido de coger al­guna enfermedad durante nuestra luna de miel.

—¡Tú mataste a mi padre! —le acusó Yoongi, recordando de re­pente las últimas palabras que había dicho en la diligencia.

—Así que llegaste a oírme —dijo Kang—. Me pregun­taba si lo habrías hecho. —Se encogió de hombros—. Da igual, nadie te creerá.

—¿Tengo que estar recluido en esta habitación? —Tenía que encontrar la manera de escapar antes de que lo volviera a dejar fuera de combate y sin posibilidad de avisar a Jimin. Sospechaba que el banquero ya había enviado a sus hombres para interceptarle y matarle, así que tenía que actuar con rapidez.

Un amor extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora