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Con el mismo bote con el que anteriormente habían tratado de ahogar en la playa a nuestro nuevo amigo, navegamos hacia donde el enano nos dirigía. Peter remaba mientras yo fingía no darme cuenta para que no me pusiera a hacerlo también.
Escuché a Lucy hablar con Trumpking sobre los árboles y Narnia, pero la verdad es que no presté mucha atención a ello.
Miré a Edmund mientras estaba distraído, y desvíe la mirada cuando me quedé demasiado tiempo haciéndolo, y para mi suerte, no se dió cuenta, o eso creí.
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Llegamos a tierra firme después de nuestro pequeño viaje, el enano Trumpking nos había contado algunas de las cosas que habían pasado.
Cuando nos fuimos, Aslan también y con nosotros se fue también toda la magia que hacía a Narnia ser Narnia.
Subimos el bote a la arena, nos distrajimos un momento hasta que Lucy habló.
-Hola-
Un oso pardo se paró en dos patas.
-Está bien. Somos amigos-
El animal se acercó hacia ella.
-¡No se mueva, su majestad!- Gritó el enano.
-¡No te acerques!- Ordenó Susan al oso, mientras alzaba su arco y apuntaba hacia el.
-¡Dispara, Susan!- Grité desesperada.
Trumpking disparó justo antes de que el oso se abalanzara hacia Lucy.
-¿Por qué no se detuvo?- Habló Susan.
-Sospecho que tenía hambre-
-Era un oso salvaje- Dije.
Nos miramos entre sí.
-No creo que pudiera hablar- Dijo Peter.
El enano comenzó a hablar con algo de dureza -Si te tratan como un animal tonto...acabas volviéndote un animal. Quizá Narnia les resulte más salvaje de lo que recuerdan- encajó una daga en el cuerpo del oso.
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Caminábamos por el bosque, entre los altos árboles verdes y el ambiente ya estaba algo más calmado. Como de costumbre, decidí que lo mejor para matar mi aburrimiento sería molestar a mi lindo amigo Edmund.
