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Un día después del fin de la guerra, nos encontrábamos celebrando por lo mismo. Íbamos en caballos mientras que Aslan caminaba frente nosotros. Todos los pasillos, entradas y paredes estaban decoradas con flores y listones. Nos vestimos elegantes, justo como la primera vez. Los soldados Narnianos y centauros, también caminaban con nosotros.
Celebramos todo el día en el castillo, estábamos finalmente felices y a salvos.
Edmund se acercó a mí y supe que teníamos que aclarar todo. Porque aunque dije que hablaríamos sobre eso luego, al final me ahogué en la vergüenza y no supe que hacer. Señaló hacia una salida mirándome con sus lindos ojos cafés.
Salí después de hacerme la tonta por unos segundos, tratando de evitar lo inevitable. Mi miedo al diálogo civilizado no pudo ganar esta vez, porque dejé atrás esa fiesta para llegar junto a él.
Estaba mirando el suelo mientras la brisa movía su cabello haciéndolo despeinar. Me sonrojé al darme cuenta que estaba parada como una tonta viéndolo fijamente.
Apreté los labios resignándome a avanzar hacia el.
-Hola- Dije, arrepintiéndome al instante por sonar tan nerviosa.
Pareció darse cuenta, porque sonrió de lado -Hola-
-Necesitamos hablar- Dijimos al unísono, haciéndonos reír.
Creo que es la primera vez en mi vida que le he sonreído tanto a este idiota, estoy odiándome internamente por eso.
Miré al piso, parecía que toda la seguridad en mi se había esfumado en cuanto escuché la palabra "aclarar problemas" y si la comunicación era difícil para mí, en específico está situación me ponía los pelos de punta.
-Aurora, yo te gusto ¿verdad?- Aunque agradecí que hubiera hablado primero, la pregunta me puso aun más nerviosa.
-Definitivamente, me han dicho que tengo muy malos gustos-
El soltó una risa, mi tonto chiste pareció aligerar el ambiente.
-¿De verdad? A mí me han dicho que tengo muy buenos gustos-
Maldito Edmund Pevensie, por favor nunca vuelvas a decir una palabra en tu vida, eres una rata y te odio, te odio te odio. Sin embargo, me he sonrojado como nunca lo he hecho en mi vida.
-Ah- Reí nerviosamente, muy avergonzada. Cuando una idea, la mejor y peor idea pasó por mi cabeza. -Ed, si yo te gusto y tú me gustas ¿Entonces, quisieras que...?-
-Si.- me interrumpió.
-Bueno, ya que.-
Dio un paso adelante.
-Aurora, creo que fui muy claro con lo que dije la última vez. Te amo, y quiero pasar mi vida contigo. Por eso ahora eres mi novia. -
-¿Y así nada más?- Me miró asintiendo -No me quejo-
Y me besó de la nada.
-Es muy raro- Dije riendo.
-¿No te gusta?-
Lo miré con obviedad -Nunca dije que no,- Edmund soltó una risa -Solo lo encuentro extraño después de tanto tiempo odiándote.-
-Bueno, acostúmbrate.-
-No será difícil.-
Me tendió su mano y caminamos disfrutando de la compañía del otro.
-Ahora,- Rompió mi perfecto silencio -Dime sobre esa profecía-
Rodé los ojos -Me siento tan estúpida-
El rió -¿Por qué?-
-"Entre los reyes de Narnia dos de ellos odiarán, pero ese odio un amor esconderá, almas gemelas diferentes pero iguales en todo sentido, al aceptar sus sentimientos cumplirán su cometido. Destinados a estar juntos hasta la eternidad, el hijo de Adán y la hija de Eva de la misma edad, protegerse será su prioridad"- Lo miré a los ojos -Perdón por no haber dicho nada antes...no creía que fuera de verdad-
-Está bien, no importa. Deberías disculparme a mi, por no habértelo dicho antes. No voy a cometer ese mismo error- Me agarró de la cintura y me abrazó, se sentía increíble.
