00 - LA TARJETA

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00 — la tarjeta


Mis padres creyeron fervientemente que "muerta la rata, muerta la rabia" pero la vida no es tan fácil.

Llevando el apellido de Jung Seo-Ho, mi padre adoptivo, todas las cuentas pasaron automáticamente a mi cargo luego de su muerte. Así que mi vida estaba jodida. Él había trabajado casi toda su vida en una empresa multinacional, en donde, había hecho tratos millonarios y también, se había acreditado de deudas millonarias creyendo que podría pagarlas en algún momento, pero cuando sus aliados le soltaron las manos y quedó solo ante la crítica de justicia, no soporto con la presión. Y arrastró a mi madre a eso.

Deber 29 millones de wones sin tener un trabajo estable más allá de un turno nocturno en una tienda de conveniencia no era un idílico mundo. Había renunciado a mis estudios, a mi vida, y todos aquellos que habían fingido ser amigos cuando tuve dinero se esfumaron cuando notaron mi situación. Estaba sola en un país que no era mi hogar natal, y siendo duramente perseguida por todos los matones y prestamistas a quienes el señor Jung les debía algo.

Sacudí mi cabeza y bloqueé mi pequeño celular cuando comenzó a sonar de nuevo. Mire al hombre frente a mi: era alto, con un traje gris que se ceñía a su figura y era sin duda alguna un buen rostro. Pero la oferta que me hacía era buena como para ser real. Me había ofrecido jugar a un juego de niños coreanos a cambio de dinero. Más que raro.  —¿Alguno de tus prestamistas?— preguntó. Fruncí el ceño.

—No he pedido dinero a nadie.

—Pero si tú padre. — explicó él. Me moví ligeramente hacia atrás en el asiento del metro, sin poder comprender cómo sabía aquello de mi. Intente no expresar demasiado, quizás solo estaba suponiendo.

—Jung Meissa, veintidós años. Te mudaste de Canadá a los diecinueve junto a tu madre y ahora has heredado toda la deuda de tu padre adoptivo, la cual, está en un valor aproximado de 29,009,868 millones.

Me levanté de mi lugar con susto ante esa invasión de mi privacidad y él invito mi acción. —¿Cómo demonios sabe todo eso?

Él extendió los dos papeles doblados en mi dirección. —Juega al menos una vez conmigo. Elige.

Moví mi mirada entre el rojo y el azul. Negué. —No tengo cien mil wones para darle si pierdo.

Hizo una mueca —Puedes pagarme con el cuerpo. — me escandalice y él se explicó de inmediato —¡No me refiero a eso! Si pierdes solo...— acerco una de sus manos a mi frente e hizo un círculo con su dedo pulgar y el del medio listo para pegarme. Pero no lo hizo. —te daré un golpecito así. ¿Qué opinas?

Dudé. Intercambie mi mirada desde el maletín hacia él. De cualquier forma necesitaba dinero para llegar a casa. —Bien. Azul. — elegí. Él sonrió como si hubiera sabido mi elección desde el principio antes de tenerme el cuadrado azul de papel. Ambos nos pusimos frente a frente. —Entonces...¿Solo tengo que voltear el cuadrado rojo lanzándole este? — cuestione. Él asintió.

No parecía difícil.

Eleve la mano en alto y lance con fuerza. No lo logré. Perdí.

Él sonrio de lado antes de ponerse frente a mi y golpear mi frente con sus dedos. Me quejé ante el ardor, de seguro me quedaría toda la zona rojiza. Cuando llegó su turno, él tampoco lo logro. —De nuevo. — pedí.

Dudaba sobre cuánto tiempo estuvimos jugando, solo puedo asegurar que las pocas personas que recorrían el metro a esa hora debía de haber pensado que éramos dos estúpidos con algún tipo de problema mental. Y quizás sí lo éramos.

Pero finalmente, y con la frente ardiendo en llamas por la cantidad de veces en las que sus largos dedos habían golpeado el mismo lugar, gané. Tomé asiento con la respiración agitada y comencé a contar el dinero con emocion mientras él acomodaba su maletín. Con todo eso podría comprar comida y hasta pagar la renta de una semana. Era un buen premio. —Puedes ganar mucho más que esto jugando juegos un par de días...— comentó. Le mire de reojo.

Aquello era bueno para ser verdad, me repetí.

—¿Juegos de niños?

Él asintió antes de darme una tarjeta de papel madera con tres símbolos en el medio: triángulo, cuadrado, círculo. Y un número en la parte posterior. —Si quieres hacerlo, sólo llama.

Comenzó a caminar hacia las lejanías para dejarme sola en la estación, pero le detuve.—¿Tienes dinero para volver a casa?— pareció sorprenderse con mi pregunta, pero no pude evitar hacerla. Si yo había ganado todo el dinero de su maletín quizás ya no tenía encima en aquel momento. Él asintió.

—No te preocupes. — expreso antes de subirse al metro. Me quedé estática en la estación como una idiota cuando la puerta se cerró.

Él extraño me saludo desde dentro del transporte con un movimiento de mano y una sonrisa.

Mire la tarjeta entre mis dedos.







Regresar a casa con una bolsa repleta de comida deliciosa fue una pequeña palmada en la espalda casi como si mi madre estuviese allí para decirme que había hecho las cosas bien ese día. Aunque bueno, cuando veía donde vivía, toda la alegría se me iba.

Atravesé el pasillo repleto de borrachos que no podían mantenerse en pie y me encerré en mi pequeño departamento. Se trataba de una habitación con un pequeño baño. No había cocina, ni sala de estar, mucho menos balcón. Ni siquiera había una ventana así que cuando quería saber si era de día o de noche debía recurrir a mi celular viejo.

Lance una maldición por lo bajo antes de sentarme en el colchón viejo y comenzar a sacar las bolsas de comida frente a mi. Aquel lugar de mala muerte con un dueño asquerosamente pervertido era el único lugar que realmente podía costearme con lo poco que me sobraba al mes de mi sueldo en la tienda. Abrí el pequeño paquete de arroz y comencé a comer.

Solía extrañar mi vida, no tanto por los excesos y los lujos, si no por las cosas simples como tener un plato asegurado por las noches o poder dormir en un lugar tranquilo sin preocuparme de tener que defenderme en la madrugada de algún borracho que quisiera entrar a mi casa. Extrañaba a esa joven cuyas únicas preocupaciones eran estudiar, ser alguien en la vida y tener vida social.

Mi cabeza se había convertido en una calculadora las veinticuatro horas del día, haciendo cuentas sobre que podría pagar y que no, sobre cómo conseguir el dinero y demás.

Cuando termine de comer me asegure de limpiar todo y me quedé sentada en el mismo lugar. Mis dedos jugaron con la tarjeta que el extraño me había dado.

¿Realmente sería verdad?

Bueno, no me había mentido con respecto al dinero a cambio del estúpido juego.

Dudé. Estuve cerca de una hora y media pensando todos los pros y contras de aquella desesperada decisión pero si realmente el tipo cumplía su palabra y podía ganar dinero de esa forma, podría tener una vida finalmente. Lejos de los matones, los prestamistas, las deudas. Más cerca de todo lo que solía ser: una joven estudiosa, risueña y con el sueño de un futuro.

Marque el número con lo último que me quedaba de saldo y espere. —Quiero jugar— murmuré cuando me respondieron.

—Nombre y fecha de nacimiento.







WILDEST DREAMS | SQUID GAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora