19 | MI DÍA DE SUERTE

1.9K 155 0
                                    








19 | mi día de suerte 


ESTAR A PUNTO DE MORIR ERA TAN DIFUSO COMO UN SUEÑO, el limbo entre la vida y la muerte para mi no habían sido más que gritos, movimientos erráticos de personas moviendo mi cuerpo de un lado a otro, el aroma metálico de la sangre y una desesperación inaudita. Quería cerrar los ojos e irme, pero a la vez no quería nada más que seguir viviendo. Quería luchar, quería una carrera universitaria, una vida normal, una segunda, tercera o cuarta oportunidad, quería que mi mayor problema fuera el no encontrar un taxi libre a la salida de una discoteca o no ponerme de acuerdo con un grupo de amigas. Pero la realidad era otra. 

Había tenido sueños confusos, y en mi estado de estar casi desangrándome, no podia diferenciar lo real de lo irreal. No podia diferenciar nada. Estaba Jun-Ho soltando mi mano, los ojos de Do-Sik cerca de los mis, una playa con el mar agitado, un disparo, una gran cama de sabanas blancas por las cuales restregaba las yemas de mis dedos buscando confort, sangre cayendo torrencialmente por mi abdomen cuando me incorpore a lo largo de un gran pasillo, el anciano sentado en un sillón caro con su mascara dorada a un lado y aquella sonrisa de traición borboteando de entre sus labios, oscuridad de nuevo, gritos desgarrándome la garganta pese a que no reconocía mi propia voz, ahogándome a mi misma en lágrimas, luces rojas, lugares fríos, trajes verdes, yo misma buscando a Gi-Hun en un centro de juegos vacío para recordar que estaba sola sin importar cuanto recorriese. 

Y justo en aquel momento, el respirar de nuevo con fuerza me envió el dolor a través del cuerpo como miles de pequeñas agujas pinchando mis músculos, pero si sintió bien de una manera extraña porque supe que pese a todo, seguía viva. Y yo si quería vivir, aunque me mintiera mil veces gritándome que no quería hacerlo. Abrir mis ojos fue ligeramente complicado, seguro se debían a que estaban pegados por tenerlos cerrados vaya a saber cuanto tiempo. La consciencia me trajo algo de calma por segundos, aquellos segundos en los que apenas despiertas y no sabes quien eres, ni donde estas, ni todos los problemas que dicen pertenecerte. Donde solo existes en un momento y espacio temporal sin complicación alguna más que esa. 

Pero luego, viene la realidad. Esa realidad igual de dura y cruda que siempre. 

Me incorpore apoyando mis codos sobre la cama de sabanas blancas mientras dejaba salir un quejido de entre mis labios resecos. Entonces eso si era real, la cama estaba, no era solo un sueño o parte de mi imaginación. Mis ojos se movieron por la habitación notando lo grande que era, con un mueblario en su mayoría de color blanco o gris. Levante la blusa de aquel pijama de dos partes de seda que traía puesto notando mi abdomen completamente vendado de un lado a otro. El frío arremetió contra mi cuerpo en cuanto me deshice de las sabanas que me cubrían y apoyé con cuidado los pies en el suelo de mármol, sintiendo como mi cuerpo me maldecía por cada acción que llevaba a cabo. Ignore la puntada en mi abdomen para caminar con lentitud hacia el ventanal que se hallaba abierto de par en par, moví las cortinas color crema para observar el paisaje del otro lado del balcón: mar. Aquellas olas cruentas de mi inconsciencia, el sonido del viento y del agua chocando contra las rocas de los acantilados. Eso también era real. 

Deje escapar un suspiro y me aleje de las ventanas y el paisaje paradisiaco para caminar hacia la puerta de salida de la habitación. Cuando salí al pasillo, el mismo ambiente me recibió: paredes de color claro, algunas ventanas y varias puertas contiguas a la "mía" Comencé a caminar hacia lo que comprendí como el final del pasillo, donde las paredes se ensanchaban y prometían abrir paso a otra estancia, pero mis pies trastabillaron antes de llegar a mi destino porque encontré dos cuadros ubicados uno al lado del otro con rostros conocidos pero que jamás sospeche que podrían tener relación alguna; Do-Sik, y el anciano. Llevé una mano a mis labios cuando mi boca prometió soltar un grito de la sorpresa y apoye mi espalda en la pared contraria a ambos retratos. Ambos hombres de apellido Il según reposaba en las pequeñas inscripciones al pie de las pinturas. 

WILDEST DREAMS | SQUID GAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora