05 | EL HOMBRE DEL PARAGUAS

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—Lo siento— fue todo lo que expresó mi compañera, Whee-hin antes de cerrarme la puerta de la tienda en la cara. Ahogue un grito de frustración y tome asiento en la única mesa que había antes de destapar la botella de soju que había comprado con el último billete que tenia. 

Mi jefe ni siquiera había tenido la decencia de despedirme personalmente, envió a mi compañera a hacerlo. —Trabajé sin descanso, jamás falte, ¿y para que? — me queje. Siempre había cumplido con mi horario de trabajo, excepto por la noche anterior, y había estado ocupada esquivando balas. 

Lance una mirada al paraguas que deje sobre la mesa cuando un trueno sonó. La amenaza de una nueva tormenta estaba latente pero no caía ni una sola gota. El sabor amargo del alcohol me hizo sentir comprendida de algún modo. ¿Cómo iba a conseguir trabajo y dinero en dos días? 

Lloriqueé en voz baja ante la preocupación. Me iban a cortar en pedazos aquellos matones que no me dejaban en paz ni a sol o sombra. La desolación se abrió paso en mi con más ímpetu, y mientras comenzaba a sentirme ebria por tomar todo aquel soju de un tirón, la muerte comenzaba a parecerme una mejor opción.  Entrelace mis brazos sobre la mesa y descanse mi cabeza, sin ser consciente de que mis ojos comenzaban a cerrarse. 

Una mano me sacudió, no supe aclarar bien mi mente sobre para saber cuanto tiempo había pasado, pero estaba segura que no más de una hora. Seguía siendo de noche y la temperatura había bajado. Observe el rostro de mi (ahora) ex compañera de trabajo. —Es casi medianoche, ¿Por qué no te vas a casa? 

Quise lanzarle una maldición pero sabia que ella no tenia la culpa de todo lo malo que sucedía en mi vida. Asentí con un mareo presente en mi cabeza y comencé a recoger mis cosas para largarme, pero una tarjeta me detuvo. Allí estaba, la misma tarjeta de las formas sobre la mesa en la que me había quedado dormida. —¿Viste quién dejo esto aquí? — le enseñe la tarjeta mientras observaba la avenida. No habían muchas personas, pero ninguna parecía rara. 

Ella negó. Antes de que entrara de nuevo a la tienda, le detuve. —¿Puedes prestarme tu celular? 

Lo dudó. Hice una mueca —Es solo una llamada corta, lo prometo. — exprese. Finalmente me tendió el aparato con la funda color ocre y no dude en marcar el número de Hwang Jun-Ho siendo consciente de que aquello podría ser de ayuda. 

Me contactaron. — declaré apenas respondió. 

¿En serio?— pese a la hora, su voz no sonó adormilada. Quizás también tenia problemas de sueño. Mi mirada repaso mis alrededores, no me sentía segura hablando muy alto así que cubrí levemente parte de mi cara con mi brazo. Si alguien me estaba viendo, se le iba a dificultar el trabajo saber sobre que hablaba. —Deberías pasarme el número de esa ta...

—No — le interrumpí. —Voy a participar. —declaré. Realmente no estaba segura de nada pero necesitaba el dinero. O morir de una vez por todas. 

Meissa, no creo que debas hacerlo, es muy peligroso. —murmuro. 

—No tengo otra opción — respondí sabiendo que el no podía comprender en profundidad a que me refería. No era una deudora normal. Conseguir 29 millones no era juego de niños. —Llamó para decirte donde van a citarme. Averiguar el resto queda por tu cuenta. 

Luego de llamar a la tarjeta e inscribirme nuevamente en aquel juego siniestro porque realmente no tenia otro camino para dinero rápido, mi predicción fue correcta. Me citaron en el mismo lugar donde me recogieron la primera vez. Giré levemente mi cabeza hacia la izquierda, notando que el auto de Hwang Jun-Ho se hallaba en el lugar. Iba a seguirnos. La camioneta gris se detuvo frente a mi y abrió la puerta de en medio. Aunque intente contener la respiración y quedarme despierta, aquel humo junto con la cantidad excesiva de alcohol que había bebido hicieron todo lo contrario. 

Me desmaye en el asiento. 






—Jung Meissa...— una voz comenzó a llamarme hacia la realidad nuevamente, y la cabeza me dolió cuando abrí los ojos. —Jung Meissa — el rostro de Gi-Hun fue lo primero que vi: al comienzo borroso, y después nítido. 

—¿Estás aquí? — cuestione en un susurro mientras el me ayudaba a sentarme en la cama. 

—Al igual que tú — respondió. Observé los alrededores. —Eras la única dormida, ¿estás bien? 

Asentí —Estaba ebria cuando me subí a la camioneta, quizás fue eso. —me incorpore y baje de la cama, noté que el anciano había vuelto también —Ah, señor, ¿volvió? 

El viejo sonrió —No moriré tan fácilmente — respondió. Intercambie una mirada con Gi-Hun notando que ambos hombres parecían llevarse bien. 

—Volvió mucha gente— comentó el 001. 

—Tiene razón. Parece que todos la pasaron mal. — dijo antes de hacer una exclamación y señalar —¡Ah, miren! Ahí esta la mujer que no le pudo poner nombre a su hijo. También regreso. 

Lance un quejido. Era la loca del 212. —Esa desquiciada—me quejé por lo bajo. 

Miré el letrero: 187 jugadores. 

Cuando un tipo con el número 218 se acercó a hablar con Gi-Hun, fui consciente de algo pesado en el bolsillo de mi pantalón. Me hice cercana al hueco de mi cama y me asegure de cubrirme de las cámaras y la mirada de los demás jugadores antes de meter mi mano para sacar levemente el objeto. Lo volví a guardar con rapidez al comprender que era. Estaba cerrada pero era una navaja. —¿Qué?— me pregunte por lo bajo. Yo no había puesto aquello alli. 

No lograba comprender quien me lo había dado o como había terminado eso ahí. 

Sacudí mi cabeza y volví con los demás, notando que el 199 se había sumado a ellos. El otro extranjero que había además de mi. —Espera, ahora que lo pienso, ¿Por qué no hacemos esto como equipo? —sugirió Gi-Hun. 

—Tienes razón— respondió el 218. —No sabemos a que vamos a jugar. Es mejor formar un grupo para prepararse para lo que sea. 

—Meissa, ¿estas con nosotros?— me invito Gi-Hun. Asentí. 

—De cualquier forma, en los juegos individuales estamos solos. —murmure. 

—¡Ah, tú también ven con nosotros! Eres increíblemente fuerte— Gi-Hun señalo al 199. Recordé que era él quien lo había salvado en la prueba de Luz Roja, Luz Verde. 

—¿De verdad? 

—Claro. Puedes ser el nuevo recluta. Soldado raso. 

—¿De que estaban hablando antes de que yo llegue? — pregunte confundida. 

—Del ejercito— respondió el 218. Extendió su mano hacia mi. — Sang- woo

—Jung Meissa. 

—Oye...— el anciano hablo. Todos nos volteamos. —Si les parece bien, ¿puedo unirme? 

Sonreí. —No necesita preguntarlo abuelo, llego segundo en el juego anterior, es un ganador. 

Gi-Hun me secundo. —Solo ganadores en nuestro equipo— vitoreo. —Tú puedes ser el Sargento Mayor que sirvió al Ejercito toda su vida. — expresó. 

Reí con ironía —¡Aish, ya basta con eso del Ejercito, Gi-Hun!— me quejé con diversión. 



WILDEST DREAMS | SQUID GAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora