Estaba perdida en mis pensamientos y los temblores incontrolables de mis manos. Tomé asiento en una de las primeras literas vacías que vi mientras el caos comenzaba a desatarse entre quienes quedaban con vida y los guardias. Las acusaciones cruzadas y los rostros de horror eran moneda corriente. Él juego había terminado, y cuando mostraron que había un premio de 100 millones por cada jugador fallecido, la balanza se inclinó desde el terror hacia la avaricia.
—...les recordamos que están aquí por voluntad propia.
—¡Nadie nos advirtió que íbamos a jugar juegos de niños y nos iban a disparar!— exclamó uno de los jugadores. La mayoría le arengó.
—Puede que tengamos deudas pero no merecemos morir así.
El sonido de un disparo al aire hizo que todos quedaran en silencio. Tomé largas respiración y acomode mi cabello mientras observaba como una mujer se arrodillaba a implorar por su vida expresando que ni siquiera había podido nombrar a su hijo recién nacido. —Los jugadores que se nieguen a jugar, serán eliminados— fue todo lo que respondió. Los otros guardias apuntaron con sus armas hacia el centro del salón. Hubo una tensión colectiva.
—¡Artículo 3!— exclamó alguien antes de caminar hacia el centro del lugar. —Los juegos pueden detenerse si la mayoría está de acuerdo.
Luego de unos segundos de silencio, y ante un movimiento de mano de quién tenía la máscara con el cuadrado, los demás bajaron sus armas. —Tienes razón. — murmuró. —Si desean hacer la votación, vamos a hacerla. — declaró.
Minutos después, había un tablero con dos botones en el frente del lugar: un círculo verde y una cruz roja. —Si quieren continuar con los juegos, opriman el círculo verde, si quieren irse, opriman la cruz roja. Luego de votar, pasen al otro lado de la línea en el suelo. — explicó —pero les advertimos que si desean irse ahora, las familias de los fallecidos serán las únicas en recibir 100 millones de wones en compensación por su perdida.
Varios comenzaron a quejarse. —¡No es justo!
—La votación se hará en el sentido inverso a los números de sus chaquetas. Número 456, por favor, vote.
Moví mi mirada desde la alcancía dorada de cerdo con un jugoso premio en su interior, hacia él hombre metiche. Lo dudo durante varios instantes pero finalmente presionó la cruz. Muchos respiraron con alivio. Aunque cuando comenzaron a pasar los demás, la cuestión se complicó un poco más. A cada voto estábamos casi empatados, con un voto o dos de diferencia entre irse o continuar. —¿Están locos?— cuestiono uno de los jugadores al ver la poca diferencia de números. —¿Quieren morir?
—La vida alli afuera es un infierno de todos modos, carajo. — respondio una mujer. Número 212.
En aquello tenia razón: vivir oculto, no dormir de la culpa, y no tener que comer eran cosas que vivia todos los días. Pero morir aqui...¿realmente no podria tener una oportunidad en el mundo exterior? Mordí mis labios cuando mi turno llegó y camine en completo silencio hacia la mesa con ambos botones. Dudé.
100 votos para quedarse
99 votos para irse.
Presione la cruz sintiendo varios suspiros de alivio detrás mío, y le lance una mirada al anciano.
100 a 100. La decisión le pertenecía.
Sentí la tensión de todos cuando el anciano paso al frente. Los querían irse, rezaban en voz baja pese a no ser creyentes y los que quería quedarse le maldecían para que eligiera bien. Me quede en silencio masacrando las cutículas de mis uñas con los dientes, un mal habito que padecía desde niña. Finalmente eligió: cruz.
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WILDEST DREAMS | SQUID GAME
Fiksi PenggemarWILDEST DREAMS | "Y di que me recordarás de pie con un vestido, labios y mejillas rosadas" En dónde la jugadora 002, Jung Meissa solo quiere salir viva de los juegos del calamar.