01- LUZ ROJA, LUZ VERDE

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Tres días pasaron hasta que se dio el encuentro que habíamos pactado por medio de aquella llamada.

Y allí me encontraba, en el lugar correcto, en el momento correcto. Pero, ¿haciendo lo correcto?

Antes de cuestionarme en profundidad que estaba haciendo, una camioneta gris se detuvo delante mío. La ventanilla se bajó, y detrás de ella, solo pude apreciar que el conductor vestía un traje rojo y una máscara. Un escalofrío me recorrió la espina dorsal. —¿Contraseña?— cuestionó con una voz casi metálica que me recordó a las películas sobre robots y galaxias.

Pase una lengua por mis labios y acomode los mechones sueltos de mi cabello detrás de mi oreja —Luz verde, Luz roja.

La puerta trasera de la camioneta se abrió, y apenas me hice cercana, note a varias personas en el interior durmiendo. O eso quería creer. Observe a mis alrededores notando que no había nadie en aquella calle desierta y tome una larga respiración. Yo sola me había metido en eso, y debía ganar dinero de alguna forma.

Tomé asiento y la puerta de la camioneta se cerró. Ahogue un grito cuando un humo comenzó a tomar lugar en el interior del vehículo.

Luego de eso, todo fue negro.






El bullicio me hizo retomar consciencia sobre mi entorno, e incluso antes de abrir los ojos supe que estaba en un lugar desconocido. Mi cama no era tan cómoda, y pese a que mis vecinos eran ruidosos, jamás los oía desde tan cerca. Noté que estaba en el segundo piso de una litera, que si era como las demás que pude observar a mis costados, tenía al menos cuatro. Me senté ignorando el mareo repentino que me atacó y deje que mis piernas colgarán de la cama.

Traía puesto un uniforme azul que consistía en un pantalón, una remera y una campera con el número 002 grabado en la zona alta del pecho izquierdo. También tenía una zapatillas blancas y nuevas. Sacudí mis pies mientras las observaba por unos segundos antes de descender del catre y observar los alrededores. Todos traían la misma ropa y expresión de desconcierto. Estábamos en una gran sala con cientos de camas y un letrero que aparentemente podría tener luz en frente de las camas.

—¿Qué hace abuelo?— la voz de un hombre me llamó la atención. Mire hacia la primer cama de mi litera, notando que un tipo le hablaba a un abuelo con el número 001.

—Sesenta y seis, sesenta y siete...— contaba el anciano.

—¿Está contando a todos? — preguntó él.

—Sí. Y me estás distrayendo. — esbozo —¿Por donde iba? ¡Ah! Setenta y seis, setenta y siete, setenta y ocho.

Él hombre pareció desesperarse porque le detuvo y señaló el mismo letrero que yo había estado observando minutos antes. —Mire, ¿ve allí?— preguntó. —Alli dice la cantidad de personas que hay dentro. 456. Yo soy el último y usted es el primero.

 —Eso también lo sé. Solo cuento los números, mi medico me dijo que hacerlo me ayuda a la memoria. 

—Disculpe señor pero, ¿Qué hace en este lugar?— mi voz irrumpió su conversación. ¿No había un limite de edad en la participación? El 456 me observo para finalmente darme la razón. 

—¡Eso! ¿Por qué no esta en su casa comiendo algo que cocino su nuera?

—¿Y tú? ¿Ustedes? ¿Por qué no están en sus casa comiendo algo que cocino su familia? —contratacó el anciano. Ambos compartimos una mirada. —Mi medico dice que contar hace bien para el tumor en mi cabeza 

WILDEST DREAMS | SQUID GAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora