Cap. 12

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Berthold
Hoy no había visto a Issa, este tiempo que hemos pasado juntos se ha sentido como unos días muy agradables, incluso el abuelo lo notaba. Cada vez que podía la buscaba con la mirada, la vi caminar rápidamente al baño, sentí algo raro en el pecho y sabía que algo andaba mal, así que la seguí cuando nadie miraba. Toque la única puerta cerrada, se escucho un «esta ocupado» espere a que saliera.
Tenía algo de cabello en la cara traía puesta una bufanda, sus ojos estaban brillantes, us mirada estaba fija en el vacío.

—Oye, enserio que no hay nadie más en el baño, ¿por qué me molestas? Ha otros baños disponibles —dijo sin mirarme—.

—Pregunté— ¿Estabas... llorando? — me miró, pero no había nada en sus ojos. Sentía una desagradable opresión, ¿Por qué esos hermosos ojos emitían un vacío tan grande?

—Este es el baño de damas —dijo cortante, lo que me sorprendió ya que normalmente era más tímida—.

—Le pregunté— ¿Estas bien? —me acerque,  puso mis manos en ambos costados de la puerta, y la mire —.

—Si. Ahora deberías salir antes de que te vean aquí. Adiós —me quede parado en el lugar, parecía molesta— ¿Qué haces? ¿Por qué te quedas parado ahí? ¿Qué no ves que...? —puse mis manos alredor de ella abrazándola, forcejeo— ¡Sueltame, Sueltame! —la abraze con más fuerza— Por favor... dejame  —su voz se quebró en un débil susurro—.

—No, no te dejaré. Si no quieres decirme que pasa, no lo hagas. Pero no te voy a dejar.

Estaba preocupado, intento separarse nuevamente, pero se rindió, me aferraba a ella.

Empeze a frotar su espalda, mientras cantaba una canción en italiano que la abuela me cantaba cuando era niño y estaba triste,  esperaba hacerla sentir mejor. Sentí algo mojado caer en estómago y el sonido de su llanto se escucho, me aferre a ella por que no quería que volviera a intentar escapar, no quería que se alejara, sentía que su cuerpo tiritaba como apuntó de carse puse mi mano en su espalda. Lloró por un rato, me quedé ahí esperando que terminará.


—Berthold... —hablo—  Gracias, yo no sé que decirte.

—Entonces no digas nada — me acerque más—.

Esta vez me devolvió el abrazo, poco a poco sentí como se fue relajando y como dejaba de llorar. Nunca había hecho esto con alguien, nunca console a ninguna de mis novias y es que tampoco lo hicieron nunca, pero aquí estaba consolado a esta chica que me tiene a sus pies y no lo sabe.

—¿Berthold?

—¿Si?

Te... Te quiero. Me alegra muchos habernos conocido, por que así nos hicimos amigos — no aparte su vista de mi, me miraba intensamente, con ternura—.

—Yo igual, preciosa.

—¿Preciosa? —pregunto asombrada—.

—Si, preciosa —volví a decir—.

—¿Es de cariño o...? —pregunto—.

—Es por que eres preciosa —le dije. No mentía, lo era de tal forma que me cortaba la respiración —.

—¿Metafóricamente o...? —volvió a preguntar—.

Después De La LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora