En el primer piso del pent-house, Samuel y el resto de los invitados tenían la fiesta montada con Alicia. La rubia bailaba desnuda en medio de la sala, y aunque los primos del novio no entendían nada de lo que esta decía, parecían estárselo pasando en grande.
Angelo buscó un par de cervezas frías en la cocina sin interrumpir el festejo, y salió a la terraza dónde lo esperaba la chica del cabello azul. Alongada al muro, disfrutando de las vistas mientras él se deleitaba con sus curvas a medida que se acercaba. Hacía mucho que una mujer no despertaba un deseo tan intenso como el que había sentido en esa habitación. ¿Por qué ella? ¿Por qué precisamente esa noche?
Le ofreció un botellín, y esta lo aceptó con una amable sonrisa. Se alongó al muro junto a ella, y admirando la ciudad, se empinó un primer sorbo de cerveza.
Joanna se le quedó mirando. Parecía turbado, frustrado incluso. Como si estuviese enojado y triste a la vez. No sabía cómo actuar o qué decir después de lo que había pasado, y él no lo se lo ponía fácil con aquel silencio tan denso.
—¿Prefieres que me vaya? —preguntó, sacándolo de sus pensamientos.
—¿Qué?... No. Lo siento, estoy un poco distraído.
—Lo he notado. Aunque no parecías estarlo hace un rato —recalcó ella en tono jocoso tratando de romper la tensión.
Angelo la miró con picardía y diversión. Ella le devolvió la mirada cargada de complicidad.
—¿Era la primera vez? —soltó intrigado.
—¿Te refieres a si es la primera vez tengo un orgasmo sin que me toquen? —inquirió algo abochornada. No terminaba de creerse lo que había pasado.
—No —respondió él con una pequeña pero achispada sonrisa—. Me refería a si era la primera vez que te sucedía algo así con un cliente —aclaró girándose a ella—. Aunque... me gusta saber que lo disfrutaste tanto como yo.
—No dije que lo hubiese disfrutado —replicó traviesa.
Él le miró con aprensión poniendo en duda sus palabras.
—Pero sí, es la primera vez que pierdo la compostura con un cliente —continuó—. Y te pido disculpas. Mi comportamiento no fue el más profesional.
Angelo le restó importancia con un gesto.
—No te disculpes. Ambos nos dejamos llevar.
Ella asintió dándole la razón mientras le sostenía la mirada, sintiendo que la piel le cosquilleaba. Él y su bendita forma de mirarla. Respiró hondo, y se volvió hacia las vistas de la ciudad empinándose el primer trago de cerveza.
—¿Te arrepientes?
—¿Te arrepientes tu? —respondió ella con otra pregunta.
Él negó con la cabeza.
—No. Y no tienes idea de las ganas que tengo de pedirte que volvamos a esa habitación.
Joanna tragó grueso. Si ese hombre seguía hablándole de aquella forma tan directa, tendría que cambiarse las bragas. La atracción entre ellos era magnética. Imposible de ignorar. Ella ansiaba tenerlo más cerca, quería tocarlo y sucumbir a los impulsos de su cuerpo... pero no podía. No quería meterlo en un lío. No quería ser la que lo arrastrase a algo que él había decidido no hacer.
—Sería poco ético de mi parte.
—Pero sería delicioso —aseguró él acariciando un mechón de su azulado pelo.
Ella le maldijo por ser tan guapo y seductor. La terraza no estaba muy iluminada, pero había mucha más claridad que en la habitación del segundo piso. Por lo que pudo darse cuenta de que, en efecto, su cabello era castaño muy oscuro. Lo tenía más largo en la parte superior, lo suficiente como para que le tapase los ojos cuando le caía en la cara. Estaba buenísimo. Era sumamente alto y grande. De anchos hombros y fuertes brazos. Lucía una sencilla camisa blanca de vestir, un chaleco negro y vaqueros del mismo color. Botas oscuras, un fino reloj de marca y un grueso anillo plateado en la mano izquierda. Nunca había detallado tanto a un hombre, pero Angelo no era cualquier hombre. ¿De qué estaban hechos los ángeles cómo él?
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ROSA AZUL
RomanceLa despedida de soltero de Angelo Rossi -uno de los arquitectos del momento en Barcelona- es el último lugar donde este desea estar. Sin ganas de fiesta, ni razones para celebrar la farsa que está viviendo, acude por compromiso sin ánimo de dar expl...