[CAP6] Domingo

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Joanna fue la primera en despertar al día siguiente. Esta vez, el cuarto de Angelo no le resultó tan ajeno como los días anteriores. Poco tarde empezaba a cogerle el gusto.

Salió de la cama directo al baño, se refrescó el rostro, se cepilló los dientes, y se ató el cabello en una coleta alta antes de regresar a la habitación en busca de una camiseta de Angelo. La mayoría eran negras, así que para variar eligió una azul marino.

Se la puso mientras le miraba dormir plácidamente, con la sábana mal enrollada entre las piernas, cubriendo más bien poco de su esbelto y musculoso cuerpo. Estaba tan bueno que se le derretían las neuronas si se le quedaba viendo por mucho tiempo.

Se acercó a darle un beso en la frente y acariciarle el cabello quitándoselo de la frente. Salió de la habitación camino a la sala en busca de su móvil, y lo encendió para revisar la hora. Eran más de las 12, habían dormido toda la mañana. Tenía un par de mensajes de Alicia y de su madre, pero no les respondió, ya hablaría con ellas luego.

Dejó el teléfono donde lo había encontrado y tomó vía a la cocina en busca de un poco de agua. Se sirvió un generoso vaso, y mientras bebía, una idea cruzó su mente robándole una sonrisa. Le haría el almuerzo a Angelo. Le tocaba a ella consentirlo.

Sería la primera vez que hacía algo tan cursi por un hombre, pero había amanecido con un tonto revoloteo en el estómago que no la dejaba en paz. Tenía unas enormes ganas de hacer algo por él, de devolverle todas las sonrisas que bien había sabido robarle esos días.

Revisó la nevera y la dispensa para saber con qué contaba, y luego de pensar en varias recetas, se decidió por algo sencillo que estaba segura le gustaría al arquitecto sin importar qué. Pasta.

Tardó alrededor de una hora en tener lista la comida. Se había tomado su tiempo dando chance a que Angelo despertase, pero este no lo hizo. Siguió durmiendo como si no lo hubiese hecho durante meses.

Pasó por la habitación para chequear que estuviese bien, y se quedó apoyada del marco de la puerta admirándole. Este se había girado boca abajo y abrazado a la almohada, permitiéndole así ver la firme obra de arte que eran sus nalgas. Aun así, lo que le distrajo fue su hermoso perfil contra dicha almohada. Nadie le sacaría de la cabeza que parecía un ángel.

Le imaginó con dos grandes alas cubriendo su cuerpo, y de pronto tuvo la necesidad de plasmar dicha imagen en papel. Se adentró en el estudio, y revisando en las estanterías se hizo con una libreta de dibujo, un lápiz, un borrador y algunos creyones. Salió por el ventanal a la bonita terraza, y tomó asiento en el sofá para empezar a dibujar.

Entre trazo y trazo perdió la noción del tiempo. Se concentró tanto en lo que dibujaba, que no se percató de que le observaban desde hacía varios minutos.

—¿Somos nosotros?

La voz de Angelo la hizo brincar. Giró el rostro encontrándole de pie junto al marco del ventanal y sonrió. Venía descalzo, luciendo unos pantalones deportivos negros.

—Buenos días.

—Buenos días, cielo —respondió él acercándose para robarle un suave beso de los labios.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí?

—Desde que empezaste con las alas —informó tomando asiento detrás de ella.

—¿Qué te hace pensar que somos nosotros?

—Él es un ángel y ella un demonio de cabello azul.

La castaña sonrió acariciando la ilustración con los dedos. En efecto había dibujado a un ángel de cabello oscuro y grandes alas negras que solo traía puesto un bóxer del mismo color. Este llevaba en brazos a una mujer con oscuros cuernos enroscados y vibrante cabello azul que tenía un tatuaje de rosas del mismo color en el muslo. Como las que él le había pintado dos noches atrás contra el caballete. Y aunque ninguno de los dos tenía rostro, era obvio que eran ellos.

ROSA AZULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora