Después de un difícil fin de semana de reconciliación entre Angelo y Lucia, el baile de verano en el que la niña había estado trabajando por más de un mes era lo más importante en la agenda de todos ese lunes.
Angelo había llegado temprano al teatro acompañado de Johanna y Samuel. Este se había sumado a la pareja para ayudarlos a no levantar sospechas, aclarando que lo hacía principalmente por la pequeña, para que nada arruinase su gran día. Pero en el fondo, tanto Angelo como Johanna sabían que lo hacía un poco por ellos también. La relación con Sam seguía bastante quebrada, pero esta tenía reparación así que se lo estaban tomando con calma.
Stefano y Samantha, los abuelos de Lucía también habían acudido al evento. Sentados a la derecha de Angelo, conversaban distraídos entre ellos cuando este divisó a Victoria varias filas más atrás.
—¿Qué hace ella aquí? ¿Quién la invitó? —preguntó en voz baja a Johanna sintiendo que se le aceleraban las pulsaciones.
La castaña, sentada a su izquierda, miró hacia atrás para saber a quién se refería.
—No tengo idea, cielo. ¿Nora, tal vez?
—¿Nora? No se conocen ¿por qué habría de invitarla Nora? Además, no la he visto por ningún lado y faltan minutos para que empiece el baile —exhaló removiéndose en su lugar—. Sabía que le fallaría una vez más a Lu.
—Sé que todo esto te estresa, pero no pienses en eso ahora. Los que la queremos estamos aquí y cuando salga al escenario y no vea a su madre en el público, más vale que su padre no tenga cara de perro rabioso.
Angelo la miró vaciando sus pulmones.
—Tienes razón. Ahora lo único que importa es Lucía.
Johanna le sonrió conteniendo las ganas de apretarle la mano o robarle un beso. No era fácil eso de actuar como simples amigos, pero hasta ahora lo estaban llevando bastante bien.
Las luces del teatro se atenuaron, y la suave música de fondo centró la atención de los espectadores en el escenario. La presentadora dio una pequeña introducción sobre lo que verían a continuación, y el telón se abrió dando inicio al baile.
Niñas y niños de entre 6 y 10 años llenaron el escenario siguiendo una movida coreografía de ritmo veraniego que Angelo se había aprendido de memoria aquel fin de semana. Y cuando vio a su hija disfrutando de algo por lo que tanto había trabajado, una enorme sonrisa cargada de orgullo se plantó en sus labios. Su pequeña damita estaba creciendo.
Lucía, al encontrarlo en las primeras filas, le respondió con el mismo amor en la mirada. Estaba contenta de ver a su familia, y aunque no encontrar el rostro de su madre entre ellos la decepcionó por un segundo, ver a Johanna junto a su padre le hizo tanta ilusión que volvió a sonreír incluso con más fuerza.
Que no se dejase afectar por la ausencia de Nora tranquilizó a Angelo, quien, aprovechando la oscuridad del teatro, le cogió la mano a Johanna deseando detener el tiempo en ese momento y vivirlo eternamente. Su hija era feliz, y Johanna estaba con él. No pedía más.
El show duró poco más de una hora. Al terminar, padres y familiares esperaban a que se les permitiera pasar tras el escenario para felicitar a sus hijos. Durante la espera, Angelo se percató de que Victoria no se encontraba en su asiento ¿A qué había venido si no pretendía conocerla? El rostro de la profesora de Lucía al acercarse a él desde los camerinos, lo alarmó haciéndole imaginar dónde podría estar la ponzoñosa mujer.
—Señor Rossi ¿Puede venir un momento? Tenemos una situación con Lucía y está muy nerviosa.
—¿Qué sucede? —preguntó más preocupado que antes.
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ROSA AZUL
RomansaLa despedida de soltero de Angelo Rossi -uno de los arquitectos del momento en Barcelona- es el último lugar donde este desea estar. Sin ganas de fiesta, ni razones para celebrar la farsa que está viviendo, acude por compromiso sin ánimo de dar expl...