Joanna despertó tan confundida como la mañana anterior al encontrarse nuevamente en una habitación que no era la suya. Como si una parte de ella se convenciera durante la noche de que, al abrir los ojos, despertaría en su cuarto descubriendo que todo había sido un sueño. Pero no, no estaba soñando. Aquella era la habitación de Angelo, y esta vez, él seguía en la cama junto a ella.
La abrazaba desde atrás rodeándole con uno de sus fuertes brazos, y a juzgar por la acompasada respiración de este rozando su nuca, seguía durmiendo. Quiso quedarse otro rato en la cama disfrutando de aquel íntimo momento, pero las enormes ganas que tenía de ir al baño se lo impidieron.
Se bajó de la cama cuidando no despertar a Angelo y apresuró el paso hasta el servicio. Se lavó la cara, se cepilló los dientes y aprovechó para acomodarse la peluca.
Angelo aun dormía para cuando regresó a la habitación. Se había girado boca arriba, quitado las sábanas de encima, y aparentemente los pantalones en algún punto de la noche. Había hecho calor durante la madrugada. El verano se acercaba.
Volvió a la cama recostándose junto a él, admirándole en silencio. Se veía tan sereno, que en ese momento parecía un verdadero ángel. Puro e inocente, incapaz de hacerle todo lo que le había hecho la noche anterior contra aquel caballete. Bendito caballete.
Le apartó un par de mechones de la frente peinándole con los dedos. Dejando correr entre ellos su oscuro y sedoso cabello. Le acarició la mejilla embelesada, y empezó a dibujar las líneas de su rostro sin prisa. Primero sus pobladas cejas, luego la forma de sus ojos y sus largas pestañas. El puente de su perfilada nariz, y la curva de sus pómulos. Joanna había conocido hombres guapos en su vida, pero Angelo era de esos que deseabas que fuesen de mentira para no sentirte mal por no poderlos tener.
Recorrió el contorno de su mandíbula sintiendo bajo estos lo áspero de aquella creciente barba que se notaba un poco más oscura esa mañana, y finalmente le dibujó los labios. Los tenía divinos. No solo por lo carnosos que eran, sino por la forma tan sugestiva que tenían. Provocaba besarle todo el rato.
Recibió un suave beso contra sus dedos y sonrió. Angelo se había despertado con sus cariños.
—Buenos días —dijo.
—Buenos días —respondió él con una sexy y ronca voz. Abrió los ojos apenas un poco para mirarle, y los volvió a cerrar con una tierna sonrisa.
—Pensé que te gustaba madrugar para preparar desayunos de hotel cinco estrellas —recalcó ella bajando sus atenciones a su pecho. Disfrutando de la firmeza de sus pectorales.
—Y así es. Pero hoy tenía entre mis brazos algo más rico que el desayuno —aclaró rodeándole con un brazo para apretarla contra su cuerpo.
—Y se nota que ese algo te gusta mucho —apuntó Joanna continuando el recorrido de sus caricias hasta el borde de su bóxer. Tenía una tremenda erección matutina.
Él rio abriendo los ojos finalmente.
—Mucho —aseguró apartándole un mechón de pelo azul del rostro mientras le sostenía la mirada. Acarició su barbilla y ella se acurrucó contra su mano con una pequeña sonrisa. La tomó por el cuello para acercar su rostro, y suavemente se hizo con su boca. Fundiéndose lento en un beso que les encendió el cuerpo como si de una inyección de adrenalina se tratase. Sus labios se entrelazaron una y otra vez en un afrodisíaco intercambio que terminó por perder su casta intención cuando sus lenguas se encontraron.
Joanna montó una pierna sobre las de él, y este se la acarició con calma hasta llegar a su cadera, apartando la camiseta para masajearle suavemente una nalga.
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ROSA AZUL
RomanceLa despedida de soltero de Angelo Rossi -uno de los arquitectos del momento en Barcelona- es el último lugar donde este desea estar. Sin ganas de fiesta, ni razones para celebrar la farsa que está viviendo, acude por compromiso sin ánimo de dar expl...