El viernes por la mañana, Joanna despertó sola en una habitación que no era la suya. No reconoció el lugar, pero cuando los recuerdos de la noche anterior regresaron a ella, sonrió. Seguía en el piso de Angelo, aquella era su habitación, su cama, y su seductor aroma. No había sido un sueño.
Se giró estirando el cuerpo, y se encontró con las sábanas removidas a su lado, señal de que alguien había dormido junto a ella en la cama. ¿Por qué no la había despertado para continuar con lo que habían empezado la noche anterior? Supuso que Angelo era demasiado caballeroso como para haberse aprovechado, y eso le gustó. Saber que trataba con un hombre respetuoso.
Se sentó en la cama y miró alrededor. La habitación era bastante sencilla, tenía solo lo necesario. Una cómoda cama tamaño King con una cabecera negra de la que se extendían dos mesas de noche de madera. Un gran espejo de marco oscuro en la esquina junto a la puerta del baño, y un viejo armario de madera con acabados en metal rustico. Al otro extremo de la habitación, cerca de la ventana, tenía un apetecible chaise lounge gris con una lámpara de pie junto a este. Seguramente para leer. Las paredes eran de piedra desgastada, como si hubiesen dejado el cemento y ladrillo original al descubierto. Tenía un simple cuadro abstracto sobre el chaise lounge, y una solitaria planta alta en la otra esquina. Nada más.
Se puso de pie, y solo entonces se percató de que traía puesto unos calzoncillos y una camiseta que supuso eran de él. La camiseta le cubría casi todo el cuerpo a modo de vestido, y eso que ella no era una mujer pequeña. Lo que le recordaba lo alto y grande que era el sexy ángel texano dueño de aquellas prendas. Si cerraba los ojos, podía recordar su fuerte cuerpo bajo sus manos.
Se adentró al baño encontrándose con un cepillo de dientes, un jabón y un peine completamente nuevos sobre una toalla. Sospechó que eran para ella porque, los que supuso eran los productos de aseo personal de Angelo, se encontraban perfectamente colocados al otro extremo del lavamanos. Era un hombre ordenado.
Divisó su colonia y sonrió entendiendo por qué olía tan rico el condenado. Usaba Hugo Boss, y ella amaba las colonias de dicha marca.
Dejó de husmear y cogió el jabón para lavarse la cara. Se cepilló los dientes, y volvió la mirada a su reflejo en el espejo. Ahí estaba, sorprendentemente relajada en la habitación de un completo extraño que se casaba en tres días. Durmiendo en su cama y usando su ropa. Dispuesta a dejarse pintar desnuda y pasar todo el fin de semana con él.
No era inconsciente. Sabía que mucho de lo que estaba haciendo estaba mal. De hecho, había dudado cuando se lo propuso, porque no solía compartir de forma tan íntima con los hombres con los que salía. Y todo un fin de semana bajo el mismo techo sería una peligrosa experiencia completamente nueva.
La inquietaba, pero no se arrepentía. Quería estar ahí. Ambos querían. Y Angelo le gustaba como no le había gustado otro hombre antes. Movía fibras en ella que no sabía que existían.
Se secó la cara, se quitó la peluca para poderse peinar y acomodar el moño en que ocultaba su cabello natural, y se la volvió a colocar antes de salir de la habitación en busca del hermoso ángel.
El rico aroma a café golpeó su nariz guiándola por el largo pasillo hasta la sala. La noche anterior había ignorado por completo el apartamento, pero ahora le resultaba imposible no fijarse.
La sala era amplia, algunas paredes estaban desgastadas y al descubierto como en la habitación, mientras que otras estaban recubiertas con paneles de madera. De nuevo tenía pocos muebles, los necesarios. Un sofá en forma de L gris ubicado frente a la televisión de la pared. Un comedor de madera oscura de seis puestos, y justo a la salida del pasillo, un moderno sillón aledaño a un elegante minibar. Pero lo que más le gustó fueron los tres ventanales al fondo, y en medio de las puertas abiertas de uno de estos, estaba Angelo. En boxers negros, con una taza de café en mano distraído con las vistas de la ciudad.
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ROSA AZUL
RomanceLa despedida de soltero de Angelo Rossi -uno de los arquitectos del momento en Barcelona- es el último lugar donde este desea estar. Sin ganas de fiesta, ni razones para celebrar la farsa que está viviendo, acude por compromiso sin ánimo de dar expl...