[Cap20] Mentiras

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Haber pasado la noche entera recordando cada momento de los últimos siete años junto a Victoria, había dejado a Johanna con solo un par de horas para dormir. Había confiado en ella desde el primer día, la había admirado incluso más que a su propia madre, por lo que aún le resultaba difícil procesar que la hubiese utilizado. En su momento le reclamó que la mandara a la boca del lobo habiéndole contado su historia con Angelo Rossi, pero sus argumentos sobre no dejar que las emociones interfirieran en su carrera la habían convencido para aceptar aquel absurdo bajo la idea de que simplemente estaba pagando su deuda con ella. Deuda que ahora se daba cuenta que solo le cobraba por interés, y que, si hubiese sentido la más mínima gota de afecto por ella en verdad, no le hubiese cobrado para empezar.

¿Cómo se había dejado lavar el cerebro por tanto años? La había idolatrado a tal nivel, que había querido convertirse en ella creyendo que era la única forma de conseguir el éxito con el que se había obsesionado. Su pasión por la moda se había convertido en pura ambición, y queriendo imitar a Victoria había cambiado su propia esencia. Se había convertido en una mujer fría, distante, extremadamente estricta e incluso intolerable. No soportaba que los demás fuesen incompetentes, y solo ahora se daba cuenta de que, en su cabeza, erróneamente, todo el mundo lo era. No le extrañaba que esa fuese la razón por la que sus empleados no terminaban de compenetrar. Porque ella los estaba tratando de la misma forma en que Victoria trataba a los suyos, de la misma forma en que la había tratado a ella y que ciegamente había visto como un buen método para conseguir la perfección. ¿Y todo para qué? Para impresionar a una mujer que, incluso si había sido genuina con ella, no quitaba el hecho de que la había utilizado al final.

Aquella mañana pasó más tiempo de lo normal viéndose en el espejo del baño, tratando de reconocerse a sí misma. Cuestionando sus decisiones, sus pensamientos, e incluso su estilo de vida. Tardaría un tiempo en descubrir qué cosas eran parte de esta nueva Johanna Cano, y cuales solo un intento de copia dañina.

El timbre de su apartamento sonó, y extrañada se terminó de vestir para acudir a la puerta. Era Angelo, pero venía acompañado de la pequeña Lucía.

—Buenos días —saludó la niña extendiendo hacia ella una bonita rosa azul.

Johanna, que aun no salía de su asombro, miró a Angelo mientras aceptaba la rosa.

—Buenos días. Gracias.

—Papá ha dicho que te gustan. También dijo que tenías una fuente en tu terraza —explicó pasando adelante sin pedir si quiera permiso apresurada por ver la terraza.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó en voz baja al arquitecto que cabía destacar, lucía guapísimo esa mañana.

—Habíamos quedado para desayunar.

—Sí, pero pensé que nos encontraríamos en algún lugar.

—No cuando tengo la oportunidad de preparar un rico desayuno para las dos mujeres más importantes en mi vida —argumentó él cogiéndole de la cintura para acercarla—. Además, después de lo de anoche pensé que necesitarías un poco de compañía para subirte el ánimo.

Johanna sonrió enternecida, robándole un beso que, aunque corto por miedo a que Lucía los viera, supo divino.

—Gracias.

Angelo besó su frente y pasó adelante. Johanna lo siguió dejando la rosa en el mismo florero dónde aún se encontraba la otra.

—No te vayas a mojar —pidió el arquitecto a su hija viéndola bailar muy cerca de la fuente.

—No papá, tengo cuidado ¿Vale?

—Más te vale —dijo antes de entrar a la cocina—. ¿Qué te apetece?

ROSA AZULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora