[Cap18] Una tarde para dos

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A la hora del almuerzo Johanna le escribió a Angelo para saber si se iban juntos a su departamento, pero este le pidió que se adelantara, aún tenía trabajo por terminar y de esa manera levantarían menos sospechas. Lo que le dio a ella el tiempo necesario para llegar a casa, colocar la rosa en un florero, y preparar la comida mientras pensaba en todo lo que estaba sucediendo. Entre la emoción y el trabajo no se había detenido a reflexionar con calma.

Había aceptado tener una relación secreta con Angelo. A ser su amante. A vivir un romance complejo y oculto que ella sabía la haría sufrir por una razón u otra. Una parte de ella se reprochaba por haber sido tan débil luego de haber impuesto que no caería en aquel drama del que había huido hacía siete años, y otra se repetía una y otra vez que valía la pena, que debía luchar por lo que la hacía feliz. Era momento de empezar a practicar lo que ella tanto predicaba. El único problema era que nunca había estado más asustada en su vida.

El timbre sonó, Johanna abrió la puerta, y ver cómo se le llenaba el rostro de dicha a Angelo al verla, disolvió todos sus miedos haciéndola sonreír. Quería que esos bonitos ojos azules la mirasen así todos los días sin importar qué.

—Hola hermosa —saludó acortando la distancia entre ellos lentamente.

—Hola guapo —respondió ella jalándolo por la camisa para que terminase de besarla.

Angelo cogió el rostro de Johanna entre sus manos para comerle la boca despacio, saboreando sus labios con calma, exhalando relajado como quien finalmente encontraba alivio.

—Te extrañé.

—Solo han pasado 4 horas.

—Demasiadas... —Después de tantos años separados, y la apasionada noche que habían tenido, solo podía pensar en ella y en sus ganas de tenerla desnuda en sus brazos todo el día.

—Aquí me tienes.

Él sonrió ante aquella verdad.

—Y pienso recuperar las horas perdidas —advirtió cerrando finalmente la puerta detrás de ellos. Llevándola lentamente contra el marco de la primera puerta que encontró abierta en el recibidor. Echó una hojeada rápida a la habitación, y supuso que se trataba del estudio personal de Johanna. Un organizado caos creativo donde telas, afiches de pasarelas, libros de moda, colores, y máquinas de coser peleaban por el protagonismo en aquel reducido espacio.

Compartió una sonrisa cómplice con ella porque ahora él conocía su rincón artístico, y regresó a su boca sin más besándole como el sediento esclavo de sus besos que era.

Johanna jadeó entregándose al exquisito encuentro de sus lenguas, y lo rodeó con sus brazos acariciando su nuca. Él la apretó con vehemente necesidad sintiendo sus deliciosas y suaves curvas encajar a la perfección contra su cuerpo, y sintiendo la temperatura subir con rapidez, coló las manos bajo la blusa de la castaña para disfrutar de la tibieza de su piel mientras besaba su cuello, escuchándola extasiada.

—No tenemos mucho tiempo —recalcó ella, jadeante.

—¿Qué te hace pensar que vas a volver a tu oficina? —preguntó desabotonándole lentamente la blusa.

—Angelo...

—Shhhh... —La hizo callar robándole un jugoso y profundo beso—. No te lo estoy pidiendo Johanna. Te estoy informando —impuso mordiéndole la boca mientras cogía uno de sus preciosos pechos en su mano. Apretándolo suave por encima del sujetador. Sintiéndola estremecer, escuchándola gemir.

—Nos lo merecemos.

Ella asintió desabotonándole el pantalón, adorando la sutil sonrisa que se dibujó en los labios de su ángel cuando le bajó el cierre e introdujo su mano para sobar su erección.

ROSA AZULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora