—Estás bromeando —digo sin salir de mi aturdimiento. Sirvienta de Victoria, eso sería mi perdición.
—¿Acaso te parece que lo esté? —pregunta él.
—No puedes estar hablando en serio.
—Claro, la dama se creyó tan importante, que no es capaz de aceptar el que ahora es solo una sirvienta más —dice con sorna.
Sus palabras logran herirme aún más, si es que eso es posible. ¿Cómo pudo cambiar tanto su forma de comportarse de un día para otro? No parece la misma persona, aquel hombre que logró conquistarme.
—No me molesta para nada ser una sirvienta, lo era antes de estar contigo. El problema es a quien le tengo que servir.
—¿Qué con eso? —pregunta con desinterés.
—¡Eric, sabes...! —Me mira con una advertencia en sus ojos por volver a llamarlo con tanta confianza—. Señor, sabe el odio y desprecio que siente Victoria hacia mí —Rectifico con más calma—. Si me pone bajo sus órdenes ella hará de mi vida un infierno.
La nombrada me mira con una sonrisa ladeada confirmando mis pensamientos.
—No estás en posición de exigir nada. ¿No estabas interesada en tu querido sirviente? Pues ahora ya estás a su altura, no te preocupes, él está a salvo y no precisamente gracias a mi misericordia. En cuanto a servirle a Victoria, ya tomé la decisión —habla con severidad y por su mirada me queda más que claro de que no va a ceder en lo más mínimo. —Ahora retírate, ya has incordiado demasiado.
—Majestad, por favor —Vuelvo a suplicar.
—¡He dicho te marches! —Ordena entre dientes.
Trago con dificultad el nudo que se me ha hecho en la garganta y reprimiendo las lágrimas que quieren salir, hago una reverencia y me largo de allí.
Camino a mi habitación con la cabeza hecha un lío. ¿Cómo he llegado a esta situación? ¿Cómo es posible que hace poco dormía en sus brazos y ahora solo tengo su desprecio? Aún no puedo creer hasta donde ha sido capaz de llegar, él es consciente de las consecuencias de dejarme a merced de Victoria y a pesar de eso me ordenó servirle. Quiero odiarlo, en verdad deseo hacerlo, me está haciendo mucho daño en tan poco tiempo. Pero me estaría engañando a mí misma si afirmara odiarlo . Lo amo, lo amo con una intensidad que no pensé sería posible y ese amor masoquista no me deja darme por vencida con él, no hasta que dé todo de mí por salvar lo nuestro. Por mucho que me hayan dolido sus palabras en la oficina, sé que no son ciertas, sé que siente algo especial por mí. No sé si sea tan fuerte como lo que siento yo, pero estoy segura que de esas palabras no fueron más que la coraza con la que se cubre después de lo que vió. Porque siendo realistas, a pesar de ser una trampa, desde su punto de vista, parece traición. Tengo que lograr que me crea, aún no sé cómo lo haré, pero no estoy dispuesta a renunciar a él.
Entro en mi cuarto y me dejo caer en la cama haciendo que mi cuerpo rebote sobre esta, suelto un profundo suspiro. Bueno, al menos Alexander está a salvo, que es lo importante. ¿Qué habrá querido decir el príncipe con que no es gracias a él? Tengo que ver a Alexander y saber que pasó.
Mis ojos están casi cerrados cuando dos guardias irrumpen de manera brusca en mi habitación. Sobresaltada me incorporo de inmediato llena de confusión.
—¿Qué hacen aquí? ¿Por qué entran de esa forma a mi habitación? —pregunto algo molesta.
—Venimos a trasladar sus cosas a su nueva alcoba —responde uno de ellos.
—¿Cómo? —pregunto incrédula.
En ese instante Victoria aparece por la puerta con una sonrisa arrogante en su rostro.

ESTÁS LEYENDO
El Reino de los Elfos
DragosteA veces lo que en un lugar es ordinario, en otro es peculiar. Elena una joven de 18 años, que en su localidad es alguien que no goza de gran belleza, que está dentro de la media, que es opacada por la belleza de sus hermanos. Pero la vida la lleva a...