Capítulo 2: El Joven llamado Inuyasha

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-¡Woaaaaaaaah!.- la primera en despertar fue Kagome, después de un gran estirón y un delicioso bostezo, de esos que sientes que te reinician la vida, se froto sus ojos color café claro con pereza y quedó encantada al escuchar el cantar de los pájaros y la tranquilidad que entraba por su ventana. Definitivamente, era una hermosa mañana, digna de solo verse en lo alto de las montañas.

Volteó a ver a su hermanita Rin quién dormía pacíficamente a su lado, le acarició la mejilla con ternura.

Recordó el día que encontraron a la pequeña, al parecer había sido separada de sus padres cuando estaban escapando de su aldea debido a las constantes guerrillas, quizás habían sido asaltados y fue por eso que la niña al escapar, se había perdido en el bosque que estaba al pie de la montaña y había ido a parar al templo. En un principio, había quedado traumada porque presenció como habían asesinado a toda su familia, ella no podía hablar y solamente se limitaba a asentir con la cabeza y a hacer todo lo que le pedían, desde comer hasta irse a dormir. No hacía ninguna otra cosa, ni siquiera se quejaba o lloraba cuando se sentía mal o le dolía algo. Sin embargo, con el paso de los años y después de ser tratada con todo el amor del mundo, ella comenzó a abrirse y poco a poco comenzó a hablar con todas. Ella fue la última en integrarse al templo Sakura.

La historia de Kagome fue similar. Sin embargo, ella había sido encontrada por la señorita Izayoi y Kikyou mientras volvían de hacer un cultivo espiritual para Kikyou. La aldea donde Kagome vivía había sido devastada por unos monstruos, matando de manera sanguinaria a sus padres. Kagome fue la única sobreviviente. Se había ocultado en un montón de paja e inconscientemente había creado un campo de protección a su alrededor lo que la había mantenido a salvo. Ahí se dio cuenta que tenía un futuro prometedor como sacerdotisa. Jurando proteger a toda la gente que pudiera para que no pasará por ese terrible trauma, aceptó ser sacerdotisa. Izayoi pensó que quizás iba a tener algún trauma o algo que le impidiera usar todo su potencial, pero desde entonces, Kagome mostró su valentía y su coraje.

-¿Kagome?.- dijo Rin con suavidad mientras se estiraba.

-¿Qué tal dormiste? ¿Pudiste descansar?

-Sí, dormí bastante bien ¿Qué hora es?

-Uhmm.- Kagome miro por la ventana con pereza.- a juzgar por la posición del sol... deben de ser las 10:00 de la mañana... ¡Cielos! Dormimos toda la noche y nos levantamos bien tarde.

-Waah, tienes razón, la señorita Kikyou no nos hubiera dejado dormir tan tarde.- Rin volvió a bostezar y a acurrucarse de nuevo.

-Siento que nos hace falta algo... uhmm.- dijo Kagome mientras ponía su dedo en su mentón con gesto pensativo.- no puedo recordar...

-Uhm...- dijo Rin entre sueños.

-¡¡QUE LE PASO AL MUCHACHO!!.- de repente se acordaron del muchacho que había llegado mal herido a su templo y gritaron al mismo tiempo.

Se levantaron como un relámpago, se vistieron con su habitual vestimenta de sacerdotisas y salieron corriendo para ir a ver al joven.

-Quédate aquí Rin.- le dijo Kagome.

Ella se sentó de rodillas y lentamente abrió la delgada puerta. Por una orilla, vio al joven recostado en la cama. Su semblante había mejorado y sus mejillas habían tomado un dulce color rosa al igual que sus labios carnosos, su cabello negro le llegaba más abajo de su cintura, su cuerpo era ligeramente robusto, señal de que se ejercitaba, parecía ser muy atlético y ágil para moverse. Para ser un hombre joven, su rostro era muy refinado y alargado, perfectamente proporcionado, demasiado hermoso que parecía un ser sobrenatural.

-¿Aún respira?.- dijo Rin mientras se asomaba por encima de su hombro.

-¡¡!!.- Kagome dio un respingo, se había concentrado demasiado en la belleza de aquel joven que había olvidado por completó a su hermana.

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