Capítulo 5: Contingencia

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-Muchas gracias por ayudarme a traer el agua Inuyasha.- Kagome e Inuyasha iban caminando por un sendero que llevaba al lago de donde sacaban el agua.

Como era una zona a la cual no iba mucha gente, bueno, ya no iba nadie más que ellas, el agua se mantenía tan clara que parecía un espejo enorme reflejando el azul del cielo. Inuyasha quedó admirado por la belleza de tal lago y obedientemente tomó las dos cubetadas de agua que le había pedido Kagome.

-Es hermoso,¿cierto?.- le sonrió Kagome al verlo hipnotizado.

-Si, la verdad es que sí.- fue lo único que pudo balbucear. Kagome sonrió ante la torpeza con la que lo dijo.

Caminaron juntos platicando de sus anécdotas. Sorprendida y un poco arrepentida de haberlo llamado flojo y arrogante, también mandon, mal carácter, grosero, baboso y torpe... y muchos otros insultos más, Kagome disfrutaba de su compañía, ya que lo que contaba de su padre era muy diferente a lo que conocía de los demonios que le contaba Izayoi.

Según Inuyasha, Inu no Taisho, era un General que se encargaba de castigar a todos los demonios que causaban grandes catástrofes a los humanos. El creía fervientemente que los humanos y los demonios podían convivir en armonía, pero él era uno en un millón. Eso lo llevaba a constantes guerras y disputas para poder obtener el título de Terrateniente y con ese título, los demonios que se oponían a sus creencias podían disponer de las vidas de los humanos y acabar con ellos en un abrir y cerrar de ojos.

Eso lo llevó a su última guerra, en la cuál, se juntaron los demonios más poderosos de la época Ryukotsusei y Naraku.

-En cierta parte Sesshomru y yo nos sentimos culpables de la muerte de nuestro padre. Por nuestros descuidos y arrogancia, no pudimos hacernos cargó de Naraku como se nos había ordenado. Ese maldito junto con Ryukotsusei unieron fuerzas y lanzaron un ataque a gran escala a mi padre... lo que terminó con su vida. Padre pudo sellar a Ryukotsusei pero Naraku escapó.- se podía ver visiblemente abatido mientras le platicaba todo lo que había pasado.

Era demasiado cercano a su padre... parece que lo amaba en verdad.

-¿Querías mucho a tu padre?

-Si, era un gran demonio y espero ser como él... aunque sea un Hanyou.- en la última frase apretó los puños con fuerza.- aunque mi padre me lo prohibió, llegaron rumores sobre que la perla de Shikon podría ayudarme a ser un demonio completo.

-¡¿Por eso viniste aquí?!.- olvidó la comodidad que había sentido a su lado y recordó su verdadera naturaleza. Sin que él se diera cuenta, llevó su mano hacia sus anchas mangas donde tomó un pergamino sagrado.

-No, mi padre me prohibió usarla. Nos encomendó su labor de protegerla junto a mi madre.

Bueno, al menos obedece a su padre.

-Además, el idiota de Sesshomaru seguramente se burlara por que tome el camino fácil ¡JA! No le daré motivos para que se burle de mí.- las cubetas en su espalda comenzaron a pesar más por cada frase que salía de su boca. Se arrepintió de haberlas dicho.

-...- Kagome parecía dudar de él, después de todo, no podía olvidar las antiguas historias de sacerdotisas que habían caído en la seducción de un hombre para que les dijeran el mayor secreto del templo. Kagome se llevo la mano hacia su cuello y tomó el pendiente de jade.

Inuyasha se dio cuenta de su cambió de actitud e intentó cambiar el tema.

Casi llegando al templo, Inuyasha saltó hacia los arbustos dejando caer las cubetas de agua. A los pocos minutos regresó llevando entre sus brazos un lechón.

Sagrada MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora