Capítulo 3: El Gran Señor Sesshomaru

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Porque me tiene que mandar hasta esta zona.- Rin llegó temblando hasta la bodega que le había dicho Kagome en el ala Sur del templo, aquí guardaban muchas cosas que les habían dado de sus pequeños trabajos, algunas estaban malditas y tenían una aura demoníaca muy poderosa y por lo general, ahí siempre hacia muchísimo frío a pesar de que hubiera sol y siempre estaba solitario, ni si quiera una mosca pasaba. En muy pocas ocasiones iban hacia ahí y si iban, siempre iban todas, incluso la señorita Izayoi tenía miedo de ir sola.

Con cuidado, se acercó lentamente y abrió la puerta de la bodega de aspecto siniestro que estaba sellada con un hechizo sagrado, pero sintió la presencia de alguien a su espalda.

Seguramente es mi idea... Nunca nos gustó venir aquí... incluso la señorita Izayoi nunca venía sola...- intentó calmar sus nervios pero sentía como su piel se ponía de gallina.

-Ey.- alguien la llamó, parecía ser la voz de un hombre, muy gruesa y varonil.

Pero en ese momento, Rin no se dio cuenta de eso y lo único que hizo fue desmayarse del susto.

-¿¿??.- aquel hombre sólo ladeo la cabeza e ignoró a la chica que se había desmayado, se dio la media vuelta y siguió caminando lentamente, estaba gravemente herido y sostenía su brazo que caía inservible a su costado y chorreaba sangre de el, pero pese a sus heridas, siguió caminado demasiado recto y con un paso majestuoso.

-D-disculpe.- lo llamó Rin, intentó parecer un poco ruda, pero lejos de intimidarlo, a esa persona le pareció demasiado gracioso el tono de la chica. Se dio la vuelta y miro como Rin se sobaba su cabeza y se comenzaba a formar un pequeño chichon.- Usted no debería de estar aquí.

-Vengo de pasó.- aunque muy leve, pudo sentir que aquél hombre no era humano. Aunque por su apariencia física, se podía notar enseguida que no era un ser humano, tenía el cabello lacio muy largo que le llegaba más abajo de la cintura color plata, unos hermosos ojos color ámbar, orejas puntiagudas, en su rostro había marcas de garra a los costados y una media luna en su frente, era muchísimo más alto que ella (Aunque quizás también era el ángulo), un rostro de perfectas facciones pero una mirada sería e intimidante.- ¿Has visto a un tipo mal herido de cabello negro?

Por el tono en que lo dijo, parecía que estaba ahí para darle el golpe final.

No puedo permitir que se haga una batalla en el templo, tendré que decirle que no.- pensó Rin, intento parecer lo más segura posible.

-No, aquí no ha llegado nadie con esa descripción.- le contestó de manera serena y decidida.- aunque usted también está herido, puedo curarle sus heridas...

-Y quedarme en un templo humano, no digas tonterías.- dijo aquel hombre ignorando a Rin.

Rin se puso de pie, sacando de sus anchas mangas unos pergaminos sagrados para detenerlo y expulsarlo. Aunque su poder no era muy fuerte, sería lo suficiente como para poder expulsar a un demonio mal herido, pero los pasos de aquel hombre comenzaron a volverse erráticos y parecía que se iba a caer en cualquier instante. Ignorando la naturaleza demoníaca de aquel hombre, Rin corrió para intentar evitar que se cayera. Con todas sus fuerzas, paso su brazo por encima de sus hombros y lo detuvo, aunque sintió como todo su peso caía encima de ella, hizo todo lo que pudo para evitar caerse junto con él. Volteó a mirar a aquel hombre y se encontró con sus ojos hermosos abiertos debido a la sorpresa.

-...- se recuperó enseguida y la empujó un poco para alejarla.- Qué no se te ocurra volver a hacer eso, humana.

-¡¡!!.- Kagome ya había terminado de curar las heridas de Inuyasha cuando sintió la presencia de aquel hombre que estaba con Rin.- ¿Cuántos más viene contigo?

Sagrada MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora