Capítulo 10: La Aldea de los Extermimadores.

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-... aaaah.- suspiró con pesadez Kagome al ver a su recién llegado, pero muy al fondo de su corazón, estaba contenta de verlo de nuevo.- no hemos reunido mucha información, sólo sabemos que debemos de ir al monte Hakurei.

-¿Al monte Hakurei? Uhmm.- la pulga Myoga comenzó a rascarse la cabeza, confundido.- ese monte prácticamente está prohibido para los demonios, aquel que se acerqué a su campo espiritual, será completamente purificado.

-En cierto sentido tiene razón, si  Naraku está detrás de esto, le teme al amo bonito, pero necesitan a las sacerdotisas para fortalecer la perla.- completó Jaken.

-...- Kagome volteó a ver a Rin y a Kikyou.

-Naraku definitivamente no está trabajando sólo.- dijo Inuyasha.- debe de haber alguien más...

-La esencia demoníaca que estaba en ambos cadáveres, era similar a la de la mujer que se llevó la perla.- declaró Rin con un gestó serio.

-¿¿??.- todos voltearon a verla.

-Esa mujer... nunca la había visto en otras peleas que tuvimos con mi padre, pero su aroma era muy similar al de Naraku.- confirmó Inuyasha, con eso, no necesitaban de más pruebas acerca de que Naraku tenía aliados y por lo visto, demasiado fuertes.

-¿Estás diciendo que es hija de Naraku?.- preguntó Kagome confundida.

-No precisamente su hija... si no algo más que eso...- dijo Inuyasha procesando con cuidado la información.

-...

-...

Todos guardaron silencio, cada vez se iba haciendo más y más complicado hallar las respuestas a todas las preguntas que rondaban por sus cabezas. Después de un leve tiempo de debate, decidieron descansar, ya que al día siguiente, emprenderian un viaje hacia la aldea de exterminadores por recomendación de la pulga Myoga y Jaken.

En la aldea de exterminadores, existían valientes guerreros que peleaban contra demonios y también, se decía que habían sido protectores de la perla de Shikon durante un corto periodo de tiempo, cuando el templo Sakura cayó en decadencia. Quizás ellos tenían un método más exacto para poder buscar la perla y quizás, también ayudarían a entrenar a Kikyou y a las demás para poderse enfrentar a lo que se venía.

-Debemos de ir hacia el Oeste, según recuerdo que me dijeron.- dijo Myoga saltando en el hombro de Rin.

-...- Kagome miró con detenimiento a Kikyou, quien estaba sumamente callada desde la plática que habían tenido la noche anterior.

De repente, parecía que Kikyou había escuchado algo.

-Ustedes quédense aquí, ahora vuelvo.- dijo y salió corriendo en dirección al bosque sin dar tiempo a que sus hermanas le contestarán.

Se adentró un poco, y se dio cuenta que un hombre la estaba esperando, como si hubiera anticipado su llegada.

-Señor Akira.- le llamó Kikyou.

-Señorita Kikyou, me alegró mucho de que no le hayan hecho nada esos temibles monstruos.- le respondió con una sonrisa amable, pero detrás de ella, Kikyou podía ver que se escondía algo, así que avanzó con cautela hacia el.

-Por el momento, no considero que sean malas personas, pero no puedo estar segura.- volteó hacía atrás, hacía el camino de donde venía, si Kagome y Rin confiaban en ellos a tal grado de defenderlos de ella, no podía considerarlos como un peligro. Aunque, dejando eso a un lado, Kikyou se dio cuenta de un pequeño detalle.- Pero señor Akira ¿No debería de estar en el pueblo en donde lo deje?

-No, no me era posible quedarme ahí más tiempo, tenía demasiada ansiedad por saber que le había pasado a usted y a sus dulces hermanas.- le contestó con voz serena.

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