Capítulo 11: Pecado

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-Ummm... *snif* *snif*.- Inuyasha iba intentando rastrear el aroma de los culpables de la masacre de la aldea de los exterminadores, pero parecía que el rastro llegaba a su fin cerca de un peñasco. Lo que más le preocupaba es que había demasiados aromas entre mezclados, así que no podía saber quién era la mente maestra de tras de tal acto, quizás, la persona a la que se estaban enfrentando tenía demasiados lacayos.

De vuelta a la aldea, cerca del medio día, Kagome estaba preparando la comida para todos, Rin y Kikyou estaban cuidado de los jóvenes, mientras que Jaken a regañadientes estaba buscando la leña junto al anciano Myoga. Ya habían terminado de enterrar a todos los habitantes y de ofrecer una pequeña ceremonia en la mañana.

Por ser una aldea prácticamente secreta, no había mucha gente viviendo ahí, así que terminaron rápido. Era una lástima que de 70 personas que vivían ahí, sólo habían sobrevivido 2, aunque por las heridas que tenían, era probable que el menor de los jóvenes muriera.

-Rin, Kikyou.- susurro Kagome cuando entro a la pequeña cabaña para evitar despertar a los pacientes y les entregó un plato de comida a cada una.- ¿Cómo siguen?

-La chica no ha parado de hablar, parece ser que espera a un tal "su Excelencia", menciona a su padre y a Kohaku supongo que se refiere a este chico.- dijo Rin mientras le limpiaba con cuidado las lágrimas que corrían por las mejillas de la chica.

-¿Y el niño?

-Es el más grave, no se mueve, no se queja no hace nada, su respiración es errática y parece que le cuesta mucho trabajo respirar.- Kikyou estaba constantemente tomando su pulso y observando su respiración.- no nos queda de otra más que esperar a ver como avanza su recuperación.

-Ugh...- un leve quejido se escuchó y voltearon a ver a la joven quien abrió lentamente sus ojos y reunió toda su fuerza para hablar.- ¿Quiénes... quienes son...?

-Hola, somos unas viajeras que pasábamos por aquí y vimos el desastre.- le dijo Rin mientras le ofrecía un poco de agua.- debes de tener sed, bebe un poco, también tiene un poco de hierbas medicinales, te ayudarán a disminuir el dolor.

La joven las miro con cautela, pero al ver las ropas que vestían, la chica asintió con la cabeza y tomó lentamente de la vasija que le dio Rin.

-¿Cómo te llamas?.- intentó platicar con la chica.

-... Me llamo Sango.- dijo con voz suave.

-Hola Sango, yo soy Rin, ellas son mis hermanas Kagome y Kikyou, somos sacerdotisas del templo Sakura.

-Un gusto, y muchas gracias por ayudarnos.

Se creó un silencio incómodo, hasta que Sango habló.

-¿Hubo más sobrevivientes...?.- sintiendo un nudo en a la garganta, hizo la pregunta que más temía.

-Sólo tu hermano y tu.- dijo Rin con voz solemne, la pobre Sango rompió a llorar.- Lo sentimos mucho, ya les dimos sepultura y estuvimos realizando oraciones por sus almas.

-Como hija del difunto jefe de la aldea, se los agradezco de todo corazón.- dijo entre jadeos.

-Vengan chicas.- dijo Kikyou y salieron de la habitación, seguramente la joven quería pasar tiempo a solas.

-Esto es terrible.- dijo Kagome.- ¿Quién pudo haber causado toda esta masacre?

-Alguien que no deseaba que tuviéramos información.- Kikyou apretó con fuerza los puños, nadie más sabía que irían a ver a los exterminadores más que Inuyasha.

-Al parecer el culpable ha enterrado muy bien su rastro.- llegó Inuyasha interrumpiendo sus pensamientos, él se acercó a ellas.- lo seguí bastante lejos de la aldea, pero perdí el rastro, aunque después de todo, habían demasiados aromas como para distinguir alguno.

Sagrada MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora