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Manjirō tenía una expresión aburrida, se encontraba junto a su novia en su cuarto y ella no hacía más que regañarle por no realizar sus tareas académicas.
Él solo quería que ella le diera cariño.
—Si te lo tomarás en serio ya lo hubieras terminado antes— Saki regañó mirando la montonera de trabajo que tenía su novio.
Mikey lo pensó por un tiempo y luego sonrió ampliamente.
—¡Está bien, Sa-chin! Si termino toda mi tarea tendrás que recompensármelo con algo— dijo para luego tomar sus materiales y comenzar a realizarlos.
—¿Y por qué debería darte algo? Esas son tus tareas— murmuró pero el rubio no le hizo caso así que dejó el tema en paz. Pensaba que solo le pediría que le comprara muchos dorayakis o taiyakis, algo típico de él.
Para no aburrirse se quedó mirando el rostro de Manjirō quedando embelesada al verlo tan concentrado en resolver los ejercicios.
Su novio sí que era demasiado guapo.
Se sentía tan afortunada de tenerlo.
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—Me sorprendes, Manjirō, si terminaste todos tus deberes— soltó impresionada la pelinaranja ya terminando de revisar si las respuestas estaban bien— aunque la mayoría los he resuelto yo—
—Pero los he terminado— dijo igualmente el Sano recibiendo una mirada enojada de su novia.
Ella solo soltó un suspiro cerrando el cuaderno.
—Y bien, ¿qué es lo qué qui...— no pudo terminar de hablar cuando sintió las manos de su enano novio en sus pechos— ¿qué es lo que estás haciendo?— preguntó con voz de ultratumba pero aquello no funcionó con el comandante de la Toman.
—Ya sé que quiero de recompensa— le dijo Mikey con una suave sonrisa sin sacar sus manos de esa lugar— tengamos sexo, Sa-chin.
