Mírala:
Anda insegura,
como imaginando miradas de desprecio,
y nunca se gira cuando oye cumplidos
y silbidos por la calle.
Tampoco le impresionan los músculos,
ni los bolsos de Channel,
ni los pijos con air max,
ni se preocupa por vestir bien.
Huele a música,
y es tan deliciosamente bonita
oculta tras su camiseta tres tallas más grande,
que no es capaz de apreciarlo.
Y, ¿sabes qué?
Eso la hace aún más bonita.
Y quizá esto suene a cliché facilón de adolescente,
pero juro que
igual que el amor tiene aroma,
el desamor temperatura
y la música es capaz de hacerte el amor,
ella tiene algo que me atrapa.
Ni siquiera es guapa, o cariñosa,
o se machaca entre gimnasios y dietas;
probablemente a ninguno de vosotros os parecería gran cosa,
porque no sois capaces de amar a ciegas.
No tenéis ni idea.
Lo bonito reside en su aura,
en su alma,
en cómo se esconde el pelo bajo la chamarra,
en lograr ver lo frágil que es tras esa fachada.
Lo bonito es poder descubrir que es preciosa,
este con la sudadera tapándole hasta las manos,
o desnuda posando como una diosa.
Cada fallo suyo es hermoso,
por no hablar del olor a tabaco que desprenden sus dedos,
o del encrespado de su pelo,
por mucho que envidie a las chicas "liso y sedoso".
Y lo mejor de todo esto es
que está tan cegada por la sociedad
que no imaginaría ni por un segundo
que amo sus perfectas imperfecciones.