Un augurio predicho a voces, una promesa divina destinada a convertirse en desgracia.
La campeona y arma de los dioses, temer, que el ángel destructor traerá consigo su destrucción.
Constantinova había tenido una infancia dura, toda su vida había tenido que probar que era suficiente, había nacido en un mundo donde nacer mujer era una condena a servir y gustar de los hombres.
Ser un simple trofeo... si se te considerase bonita, podías prescindir de algo de suerte, de lo contrario, solo quedaba suplicar a los dioses que se apiadaran.
Nunca había demostrado interés por lo que las doncellas gozaban hacer, al contrario de ellas, se le había educado estrictamente para alcanzar la excelencia en todos los ámbitos posibles. A la corta edad de 10 años, podía aludírsele como la mejor guerrera de su tiempo, encontrándose al nivel de los héroes más admirables.
Después de todo, Constantinova estaba destinada a la grandeza que tanto era envidiada por los héroes.
Desde eones antes que naciera, las Moiras habían predicho que llegaría un mortal que se convertiría en la perdición de los dioses. Creada a partir de los deseos egoístas y desgracias de los inmortales, sería su propia maldición quien los condenaría a su destrucción.
Pero para bien o mal, como guardianas del destino era su deber asegurarse que nada evitara que se cumpliera. Ocultaron los detalles y prometieron no revelar nada hasta que llegara el momento.
Constantinova viviría más que cualquier otro mortal, obtendría la grandeza y el afecto de los dioses.
Pero lo que las moiras prefirieron guardar para evitar posibles tragedias, era que Constantinova, logrando o no la grandeza prometida, estaba destinada a un dios, viviendo una corta o larga vida, desatando uno de los amores más apasionados y trágicos existentes.
El linaje de los dioses, en algún momento detonaría peligro, y por mucho que intentarán detenerlo la sangre divina florecería a como diese lugar.
Un miembro dentro del linaje divino, desatará el caos dentro del Olimpo.
CONSTANTINOVA
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APOLO
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