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Sus ojos oscuros se encontraban observando fijamente al helicóptero, que iba unos metros detrás siguiendo sus pasos. Su rostro se encontraba tenso, y sus manos se aferraban al arco, esperando atacar de ser necesario. Zoë avanzaba bruscamente abriéndose camino entre los coches.

—Allí, en ese aparcamiento.

—Quedaremos acorralados —aseguró Zoë.

Confiando en la mayor de los Di Angelo, aparcaron dentro de un centro comercial, bajaron por unas escaleras siguiendo a Bianca. Compraron los boletos y pasaron los torniquetes. El grupo soltó el aire retenido, observando desde la ventana del vagón al helicóptero dar vueltas sobre el aparcamiento.

—Suerte que te has acordado del metro, Bianca —afirmó Grover, haciendo sentir halagada a la menor.

—Si, bueno me fije en esta estación cuando pasamos por aquí el verano pasado. Recuerdo que me llamó la atención porque no existía cuando Nico y yo vivíamos en Washington.

El resto del grupo intercambiaron un par de miradas. —Esta estación se veía viejísima —recalcó Nova.

Mantuvieron una conversación sobre ello, intentando indagar de forma discreta sobre la vida pasada de Bianca. Se vieron detenidos tras escuchar nuevamente el sonido del helicóptero siguiéndoles el paso.

—Debemos cambiar de dirección —ordenó.

—Cambiemos de tren en la estación siguiente —sugirió Percy.

Durante media hora, se encontraron cambiando de trenes constantemente. No prestaban atención en qué dirección se dirigían, hasta que lograron perder al helicóptero y se bajaron del tren. Se encontraban bastante lejos de donde debían ir, habían llegado al final de la línea. Las montañas de nieve impedían que algún otro transporte fuera funcional, por lo que yacían varados en medio de una zona industrial, envueltos en aquel frío invernal.

Constantinova arremangaba su chaqueta hasta sus manos, en un intento por proporcionarles calor. Su nariz había adquirido un tono rojizo al igual que sus mejillas, sus dientes tiritaban y con cada palabra que articulaba, un pequeño orbe de humo exhalaba.

Después de haber caminado vagamente por las cocheras de ferrocarriles vacías, encontraron a un vagabundo unos metros más delante de ellos. Se encontraba juntó a lo que parecía ser un basurero, dentro del cual mantenía una fogata.

—¿Necesitan calentarse? Acérquense.

Cualquiera en su sano juicio hubiese rechazado cualquier invitación de un vagabundo, por mera protección más que nada. Incluso Nova, que solía ser bastante amable y servicial con todo mundo, sin embargo, el frío torrencial era tanto, que todos se habían acurrucado alrededor del fuego a los pocos segundos.

El rostro de Constantinova se iluminó en una sonrisa cálida, colocó sus manos por encima del bote calentándolas de inmediato y colocándolas sobre sus mejillas y nariz para evitar el adormecimiento que había comenzado a sentir. Se giró al hombre que había mantenido su vista en ella de forma discreta, intentó hacer caso omiso a ello, dedicándole una ligera e incómoda sonrisa.

—Muchas gracias, señor.

El hombre sonrió mostrando su desdentada dentadura. Aquello le había resultado extrañamente familiar, sin embargo, pese a lo observadora que era, no encontraba lógica en ello.

Rebuscó dentro de su mochila, sacando una bolsa con un sándwich dentro, usualmente Constantinova guardaba alimentos cuando se encontraba fuera, como reservas cuando le fueran necesarios. Se lo extendió al hombre, suponiendo la situación en calle en que debía encontrarse y como mero agradecimiento por su hospitalidad, por compartir su bote con fuego.

𝗚𝗿𝗲𝗲𝗸 𝗧𝗿𝗮𝗴𝗲𝗱𝘆 ¹ | PJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora