Constantinova se encontraba sentada con su mochila en brazos, a la orilla del acantilado, mirando la espesura de la noche sobre donde se encontraba el mar. Sintió a alguien sentarse a su lado.
—¿Sabes? El mundo sigue avanzando, sin detenerse a esperar a nadie. —La azabache miró por el rabillo de su ojo a su hermana.
—¿Qué quieres decir?
—¿Cuándo crees que será el momento adecuado? Debes dejar de postergarlo por más tiempo. —Constantinova le miró fijamente—. Ya sé lo que me dirás, pero sé que puedes lograrlo.
—No puedes saberlo, además eso no es lo que me preocupa.
—Ya lo sé, pero sabes que siempre me tendrás aquí. —Constantinova le sonrió, rodeándole por los hombros con su brazo—. Tal vez no te lo dice ella, pero estoy orgullosa de ti, y estoy segura de que otros piensan igual que yo.
—No puedes afirmar eso por los demás, a menos que tengas una habilidad para leer mentes y no me hayas dicho, lo cual debo decir que me ofende no saberlo.
—Esas cosas deben mantenerse en secreto —bromeó siguiéndole el juego, antes de hablar nuevamente con seriedad—. Piensa lo que quieras, sabes que tengo razón, no conozco a alguien que no admire tu inteligencia y tenacidad. ¡Eres increíble y no te das cuenta!
Desde que se había unido a la cacería, había mantenido un perfil bajo logrando mantenerse fuera del ojo público, y poco a poco las exigencias habían disminuido al grado de sentirse prácticamente invisible u olvidada. Así mismo, sus aspiraciones se habían pospuesto, y comenzaba a sentirlas como simples ilusiones frustradas.
—Vamos, de pie que el odioso hermano de Artemisa no tarda en llegar. —La azabache soltó una carcajada, a la vez que se levantaba.
...
El cielo comenzaba a aclararse, comenzando a notarse el comienzo del día. Se quedó de pie mirando al cielo, observando desaparecer a la luna con cada segundo. Por el rabillo de su ojo divisó a Percy, que se había parado a su lado a una distancia bastante lejana a ella. Constantinova se río provocando que este le viera.
—Si sabes que no te haré nada ¿cierto? —Percy se rascó la cabeza, disculpándose. Mantenía su vista en el cielo al igual que ella—. No es lo que crees, es bastante simple de hecho.
El chico pareció relajarse. —Entonces no es que vaya a llegar... —Antes de que pudiera terminar su frase, un destello proveniente del horizonte se hizo notar. Una ola de calor les cubrió, sintiendo cualquier indicio de frío desaparecer. No mires. Alcanzó a escuchar de parte de la chica, antes de que esta le hiciera ponerse de espaldas.
Percy se dio la vuelta cuando su compañera hizo lo mismo, miraba impresionado aquel coche que tan conocido le resultaba por los sueños que había tenido. Constantinova se había quitado la chaqueta y la había metido detrás de los tirantes de su mochila, a la vez que ponía está sobre su espalda.
—Que calor irradia este tipo. —Alcanzó a escuchar a Thalía, detrás suyo.
—Es el dios del sol —respondió con obviedad Percy. La cazadora río ante la respuesta inocente del semidios.
—Creo que no se refiere a eso, Percy.
—Hermanita. —El saludo eufórico sobresalió en medio de aquel silencio. Artemisa le miró con fastidio—. Bueno ¿Qué pasa? Tienes a todas las chicas contigo por lo veo. —Miró rápidamente a los presentes, deteniéndose unos segundos al encontrarse con los ojos de Nova—. ¿Necesitan unas clases de arco? —respondió engreído, haciendo enfurecer tanto a las cazadoras como a su gemela.
—Necesito un favor. Tengo que salir de cacería. Sola. Y quiero que lleves a mis compañeras al Campamento Mestizo.
—¡Claro, cielo! —respondió eufórico Apolo, antes de comenzar a recitar un intento de Haiku. Constantinova rodó los ojos mientras bufaba, cansada de aquel espectáculo que en más de una ocasión se había visto obligada a presenciar.
Después de observar nuevamente aquel acto, Apolo comenzó a discutir los términos que su hermana pedía, para que llevara a sus hermanas y a ella, junto con el resto de los semidioses, al campamento.
—No hay problema. —Se quedó analizándolos por algunos minutos, hasta que se animó a hablar.
—Hermano. —Artemisa llamó su atención—. Habrás de ponerte en marcha.
—Ah, sí —respondió simple. Entornó su vista en el chico a su lado—. ¿Percy Jackson? —Este se limitó a confirmar aquello, esperando alguna otra reacción o comentario de su parte, sin embargo, después de lo que parecía haber sido una presentación bastante inusual e incómoda, indicó que comenzaran a subir al vehículo.
Constantinova exasperó. —No creerás que entremos todos nosotros en tu vehículo ¿O sí? Digo, de ser así espero que tengas una muy buena estrategia para ello —expresó irónicamente, adquiriendo una mirada de incredulidad.
El rostro del dios pareció reparar en ello, ofreciéndole una sonrisa traviesa. —Tienes razón, cerebrito. No me gusta cambiarlo del modo deportivo, pero si no hay más remedio. —Oprimió un botón en las llaves, y seguidamente el vehículo deportivo desapareció, sustituyendo su lugar un camión escolar—. Todos arriba.
Zoë comenzó a pedir a sus hermanas que se organizaran y subieran al vehículo. Constantinova se mantenía unos metros lejos de ellas, cuidándolas y asegurándose de mantener todo bajo control, mientras esperaba a ser la última en subir.
—Dame cariño, déjamela a mí. —Apolo había intentado tomar la mochila de su hermana, sin embargo, solo recibió una mirada asesina por parte de Zoë. El grupo de mestizos ya había entrado al vehículo, por lo que solo quedaba ella.
Comenzó a acercarse, deteniéndose a una distancia moderada de donde los dioses se encontraban, no obstante, alcanzó a escuchar la advertencia de Artemisa, hacia su gemelo. Se tensó por segundos, sabiendo que, pese a cualquier juramento, terminaba amistando con cualquiera que consideraba agradable, aún si este fuera un chico. No entendía como es que aún no terminaba convertida en alguna especie salvaje.
—Nos veremos para el solsticio de invierno. Zoë, quedas al frente de las cazadoras. Nova, encárgate de cuidarlas y mantenerlas a salvo. Actúen como yo lo haría.
Las dos chicas se irguieron. —Sí, mi señora —respondieron al unísono, tal cual saludo militar.
Artemisa se arrodilló y examinó el suelo, como si buscase huellas. Cuando se incorporó, parecía intranquila. —El peligro es enorme. Hay que dar con esa bestia. —Echó a correr hacia el bosque y se perdió entre la nieve y las sombras.
Apolo sonrió, haciendo tintinear las llaves. —¿Quién quiere conducir?
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𝗚𝗿𝗲𝗲𝗸 𝗧𝗿𝗮𝗴𝗲𝗱𝘆 ¹ | PJO
Fiksi PenggemarUn augurio predicho a voces, una promesa divina destinada a convertirse en desgracia. La campeona y arma de los dioses, temer, que el ángel destructor traerá consigo su destrucción.