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Habían llegado a Crissy Field cuando la noche se encontraba en su totalidad. Tan rápido como habían llegado, Artemisa, Thalia y Constantinova se habían arrodillado alrededor de Zoë.

La lugarteniente había hecho un esfuerzo por nublar su mente y trabajar tan limpiamente como pudiese, con ayuda de ambas chicas había terminado de vendar sus heridas y limpiarlas. Siempre cargaba botellas de néctar y ambrosía, como médico era su deber estar siempre equipada, pero como una mala jugada del destino, las cosas parecían estar en su contra.

Constantinova se negaba a aceptar el mal estado en que Zoë se encontraba. Su cuerpo tiritaba y una fina capa de sudor frío escurría por su frente, podía sentir su cuerpo preocupantemente frío, incluso parecía haber perdido el color.

Hablaba internamente. Imploraba a quien pudiese escucharle que le ayudarán, que su hermana mejorara, pero parecía ser ignorada.

—¿No puedes curarla con algún recurso mágico? —preguntó Percy a Artemisa—. O sea... tú eres una diosa.

—La vida es algo frágil, Percy. Si las Moiras quieren cortar el hilo, poco podré hacer. Aunque puedo intentarlo.

Artemisa tuvo la intención de ayudarla, pero fue la débil mano de Zoë quien sujetó su muñeca deteniéndola. La inmortal posó su vista en ambas doncellas.

—¿No os he ... servido bien? —susurró Zoë.

—Con gran honor —respondió con voz baja Artemisa—. La más sobresaliente de mis campeonas.

El rostro de Zoë pareció relajarse, esbozando una débil y casi imperceptible sonrisa. Miró a Constantinova, compartiendo una mirada que solo era de su entendimiento.

—No te des por vencida, Zoë... por favor —susurró.

—Puedo intentar curarte el veneno, mi valerosa amiga —dijo la diosa.

En ese momento, Constantinova se quebró. Dejó escapar un sollozo, envolviendo la mano de su hermana con las suyas y llevándola a sus labios, susurrando palabras para sí misma. Sus ojos furtivos y marrones, que normalmente resultaban cálidos, ahora transmitían tristeza y vació, algo impropio para la semidiosa.

Zoë miro a Thalia y sonrió con esfuerzo.

—Lamento que discutiéramos tanto. Habríamos podido ser hermanas.

—Ha sido culpa mía —respondió reteniendo las lágrimas—. Tenías razón sobre Luke, sobre los héroes, los hombres y todo lo demás.

—Quizá no todos —murmuró, dirigiéndole una débil mirada a Percy—. ¿Todavía tienes la espada Percy?

Percy se había quedado sin palabras, al igual que los demás reteniendo las lágrimas que amenazaban con salir, pero había extendido su espada para mostrársela a Zoë.

Constantinova era la más afectada dentro del grupo, y verla en un estado tan frágil resultaba inquietante para los demás, que solían verla con un gran temple. Si bien un par de lágrimas habían rodado por sus mejillas, se esforzaba por retener gran parte de su dolor.

—Dijiste la verdad, Percy Jackson ...—habló con dificultad—. No te pareces en nada a... Hércules. Es para mí un honor que lleves esta espada.

Constantinova se esforzó por mostrarle una sonrisa a su hermana cuando sus ojos se posaron sobre los suyos, en cambio lo que había resultado se asemejaba más a una mueca.

—Nova... estoy orgullosa de ti. Recuerda que eres excepcional y no debes demostrarlo.

—Zoë...

—Te amo, hermana... y siempre estaré agradecida por acompañarme. Debes... buscar... respuestas. —Respiró, cada vez parecía costarle más trabajo hablar—. Se libre... siempre lo supe... y no te culpo por lo que pueda pasar... serás feliz y yo te veré serlo.

𝗚𝗿𝗲𝗲𝗸 𝗧𝗿𝗮𝗴𝗲𝗱𝘆 ¹ | PJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora